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Caso 381

Hace cuatro años mi esposo se enamoró de otra mujer y me dejó con dos niños. Creí que se arrepentiría y volvería con nosotros. Sin embargo, no lo hizo, [sino que] formó otra familia y nos olvidó. Sentí una profunda frustración y, a pesar de que el tiempo pasó, creo que la rabia y el dolor no se disiparon, y me alejé completamente de Dios.

Lamentablemente me volví una persona irritable. Me enojo fácilmente con mis niños, a quienes regaño con frecuencia. Me siento culpable porque no he podido manejar la ira, y siento que eso está afectando a mis hijos que, además de no tener a su padre, también deben soportar mi mal carácter.

Consejo

Estimada amiga:

¡Cuánto sentimos el abandono que han sufrido usted y sus hijos! Tiene razón al decir que a sus hijos los afecta el no tener al padre. Pero, además del abandono que están sintiendo, es de esperarse que también estén sufriendo la misma frustración, irritabilidad y rabia que la están atormentando a usted. Bien pudiera ser que usted los esté regañando con frecuencia porque ellos están reaccionando a esos sentimientos de forma inapropiada.

Cuando un padre abandona a sus hijos, ellos a menudo sienten que hicieron algo malo. Pueden hasta llegar a ser adultos y aún estar convencidos de que tienen la culpa de ese abandono. Si el padre ha dejado de verlos, tal como dice usted, entonces él no está presente para mostrarles su amor ni para explicarles que ellos no tienen la culpa. Es muy importante que usted permita que ellos hablen acerca de la frustración y del enojo que sienten. Usted es la única persona a quien ellos tienen para escucharles y luego decirles que no son culpables de que su padre los abandonara.

La felicitamos por reconocer que su irritabilidad y mal carácter están haciéndoles daño a sus hijos, como también por el deseo que tiene de cambiar. Le recomendamos que comience a anotar sus sentimientos en un cuaderno. Escriba todos los detalles, sin omitir nada. Cuando tenga deseos de gritar, escriba con letras mayúsculas. Anote todo pensamiento negativo. Luego cierre el cuaderno y guárdelo. Allí lo tendrá si se le ocurre algo nuevo que añadir. No se dé el lujo de pensar en esas cosas una y otra vez. Cuando están escritas en una hoja, pertenecen al cuaderno y no a su mente.

Es muy importante para su salud que deje de enfocarse en lo negativo. Los estudios más recientes demuestran que todos nuestros pensamientos negativos producen sustancias químicas en el cerebro que se transmiten a otras partes del cuerpo. Esas sustancias son perjudiciales para nuestros órganos internos y pueden causar alguna enfermedad. Uno puede enfermarse debido a esos pensamientos.

El apóstol Pablo nos dio la receta que puede proteger nuestra mente de pensamientos tóxicos. Él enseñó: «Consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.»1 Siga ese consejo y empéñese cada día en cultivar pensamientos positivos. Pídale a Dios que la perdone por haberse alejado completamente de Él y que le ayude a afrontar el futuro con valor y fortaleza.

¡Usted puede lograrlo!

Linda
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1 Fil 4:8

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