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Caso 254

Estoy muy preocupada, y no sé cómo afrontar o solucionar esta situación. Tengo un hijo de trece años, y hace unos días tomó la tarjeta de crédito de la sobrina de mi esposo para [comprar] por Internet partes para una patineta. Él siempre nos mintió y nos juró que no sería capaz de cometer semejante tontería, y nos dijo que podíamos llamar a la policía, que no había nada que temer. La muchacha llamó al detective, ¡y cuál fue mi sorpresa: mi hijo convertido en un delincuente! [Lo que había comprado sumaba una buena cantidad de dinero.] Ahora no puedo confiar ni en mi propio hijo.

Consejo

Estimada amiga:

Usted dice que no sabe qué hacer, y sin embargo termina contándonos su caso diciendo exactamente lo que debe hacer: No confíe en su propio hijo.

Cuando uno de nuestros hijos era apenas un adolescente, robó un teléfono celular y un revólver. ¡Fue una experiencia horrible! Nos tocó comparecer con él ante el juez. Al recordar el incidente, sé lo que no debí haber hecho. Como madre, confié demasiado en él. Cuando había pruebas contundentes en su contra, aún así yo quería creerle con todo el corazón. Quería creer que nos estaba diciendo la verdad. Quería creer que él nunca haría muchas de las cosas que después supe que él había hecho.

Creer siempre en una persona, incluso cuando los hechos demuestran que no debe creérsele, es igual que amarla a ciegas. Es la clase de amor que impide que veamos la verdad y hace que reaccionemos basados en nuestras emociones y no en el sano juicio. Ahora que su hijo la ha engañado y usted tiene las pruebas, usted debe aceptar la dura realidad de que no puede confiar en él ni creer lo que dice.

No trate de protegerlo de cualquier consecuencia judicial que resulte del robo. Y no sacrifique sus propios fondos para contratar un abogado que lo defienda. Si usted lo protege de las consecuencias naturales de su conducta, él no aprenderá ninguna lección que le sirva en el futuro.

Dígale con claridad a su hijo que, aunque lo ama mucho, él tendrá que ganarse su confianza en el futuro. Él ha perdido el derecho de que se le crea o se le tenga confianza. Ha perdido el derecho de salir con sus amigos sin la supervisión de un adulto. Y ha perdido el derecho de tener acceso a la computadora sin alguna forma de vigilancia. Todos esos derechos tendrá que ganárselos nuevamente en el transcurso de los próximos años. Recuérdele que usted lo ama lo suficiente como para hacer lo que más le conviene, a pesar de que él no tenga la madurez para comprenderlo.

El sabio Salomón dijo: «Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.»1 A estas alturas, lo que más le recomiendo es que profundice su relación personal con Dios y confíe en Él para que le dé la sabiduría y las fuerzas necesarias para afrontar y solucionar su situación.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Sal 118:8

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