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Caso 170

Mi relación con mi madre era muy regular a causa de su adicción al licor.... Nuestra relación era tan difícil que ella decidió irse a otro país. Cuando llevaba siete años allí, la infectaron de SIDA y murió.

De eso ya hace seis años. No pude ir a auxiliarla; [ni pude] acompañarla en su sufrimiento, que duró un mes y medio; ni pude enterrarla. No la volví a ver. Y aún me duele. Siento que pude haber hecho más por ella, y no lo hice. Me duele el alma, el corazón, y mis lágrimas no paran cuando la recuerdo. Desde su muerte no siento motivación por nada. Dejé de trabajar y de estudiar.

Consejo

Estimada amiga:

Lamento mucho su pérdida. Sin embargo, la culpa que siente no puede ser producto de su conciencia, ya que usted no hizo nada malo. No tenía control alguno de la situación en que se encontraba su mamá. Ella tomó la decisión de abandonarla a usted, y no usted a ella. Y ella decidió irse a vivir lejos, así que no había nada que usted pudiera haber hecho al respecto.

Al parecer, el dolor que usted siente no es porque usted haya sido culpable, sino por la profunda pena de que todo fue diferente de lo que usted quiso. Más allá de haber perdido a su madre, usted perdió la oportunidad de tener alguna vez una relación amorosa de madre e hija. Nunca pudo, y nunca podrá ya, tener una relación estrecha con su madre como la que tienen otras mujeres. Y eso duele mucho.

Debido al alcoholismo de mi madre, yo tampoco tuve nunca una relación estrecha con ella. Siempre me pareció que había un muro entre las dos. Desde mi niñez, y aun como adulta, quise haber podido tener una madre como las que parecían tener la mayoría de mis amigas, una madre en la que podían confiar, que participaba en la vida de ellas. Quise no haber tenido motivo de sentir vergüenza por la conducta de mi madre y temor de lo que pudiera hacer la próxima vez. Y luego, cuando ella murió, tuve que sentir la pena de saber que ya jamás tendría lo que tanto anhelaba.

A fin de encarar ese dolor emocional, decidí esforzarme al máximo por ser la clase de madre que anhelé haber tenido. Tomé la decisión de ser esa mujer no sólo para el bien de mis propios hijos, sino también de mis sobrinos y sobrinas, y hasta de los amigos de mis hijos. Aunque no puedo cambiar lo que me pasó a mí, sí puedo hacer todo lo posible por mejorar la vida de los que me rodean. Puedo ser una mujer honrada en la que pueden confiar, y puedo participar en su vida, es decir, ser lo que nunca fue mi madre.

Usted no tiene que dejar que su pasado arruine su presente y su futuro. Dios quiere sanar su corazón quebrantado y darle fuerzas para el futuro. El salmista David sabía por experiencia que «el Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido».1 Al igual que David, usted puede hablar con Dios mediante la oración y desahogarse con Él, expresándole su decepción y su desilusión. Él la consolará y le dará esperanza para el futuro.2

Le deseo lo mejor,

Linda
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1 Sal 34:18
2 Jer 29:11

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