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Caso 294

Llevo tres años en la universidad, desde que me fui a estudiar a otra ciudad lejos de casa. Tuve la desgracia de sumergirme en el vicio de la Internet y los juegos en la red, que me han llevado a perder dos años de estudio y avanzar poco en mi carrera. Desde hace un año intento cambiar, pero el vicio me consume. ¡Me siento muy mal; necesito ayuda!

Consejo

Estimado amigo:

Hay varias razones por las que un inteligente joven estudiante como usted bien pudiera enviciarse a los juegos por Internet. Tal vez sea porque le cuesta trabajo controlar sus impulsos, o por tener una personalidad propensa a la adicción, o por llenar algún vacío. Pero lo que importa no es por qué sucedió, sino qué puede hacer ahora al respecto.

Hay tres enemigos que están haciendo difícil que usted venza ese vicio. El primer enemigo, que conduce a los otro dos, es la vergüenza. Usted está avergonzado (y con toda razón) de su conducta. De seguro está avergonzado de haber perdido dos años de su vida. Y es posible que se sienta avergonzado a causa de que sus padres han estado ayudándole a pagar sus cuentas, y usted ha correspondido al sacrificio de ellos de este modo. A fin de combatir a los siguientes dos enemigos, primero tiene que hacerle frente a esa vergüenza.

La vergüenza que siente lo ha llevado a mantener en secreto esa adicción, ocultándosela a casi toda persona a la que conoce. Ese secreto es su segundo enemigo. Y debido a que ha mantenido el vicio en secreto, no le ha pedido a nadie que lo ayude, permitiendo así que el aislamiento se convierta en su tercer enemigo.

No hay sino una sola manera de detener esta conducta que está destruyendo su vida. Es necesario que usted afronte la vergüenza, cuente su secreto y obtenga ayuda de otras personas. No será fácil, pero si de veras quiere cambiar, será un buen comienzo.

Es probable que la universidad a la que asiste tenga un departamento de consejería o de salud. Acuda a éste hoy mismo y deles a conocer su problema. Ellos pueden referirlo a un consejero profesional o a un grupo de apoyo. Si no recibe ayuda ahí, consulte con un médico a fin de obtener su consejo. ¡Usted no es capaz de lograrlo solo!

Manténgase alejado de amigos que lo animen a que juegue con ellos o con otros en la red. Supere esa vergüenza, y cuénteles a sus amigos íntimos que usted sufre de ese vicio y que necesita que lo ayuden. Los verdaderos amigos lo ayudarán en esta lucha, y tendrá a quienes rendir cuenta de su conducta.

El apóstol Pedro afirma que «cada uno es esclavo de aquello que lo ha dominado».1 El vicio del juego lo ha dominado, y usted ha sido su fiel esclavo. ¿De veras quiere ser esclavo? De no ser así, entonces pídale a Dios que le dé el valor y la fuerza para tomar estas medidas. Pídale a Dios que lo perdone, en el nombre de su Hijo Jesucristo, y Él le dará un corazón limpio. Si bien los padres suyos pudieran demorarse en perdonarle y en confiar en usted, su Padre celestial lo perdonará y le ayudará a volver a comenzar. Basta con que se lo pida.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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