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Caso 11

Cuando tenía siete años, un hombre malvado me ofreció dinero para que yo tuviera relaciones [sexuales] con él. En esa época, no tenía una idea clara de lo que estaba haciendo. Mis padres no sabían nada de esto. Pasó varias veces hasta que un día mi padre se dio cuenta y trató de matar a esa persona, y no volví jamás a tener esta práctica con nadie.

Hoy en día soy ya un hombre de treinta y tres años, casado, con dos hermosos hijos; pero todavía no he podido hablar con nadie de esta situación. Cada vez que me acuerdo de esto, quisiera hacer retroceder el tiempo; pienso en mí con repugnancia, y quisiera que esto nunca hubiera pasado. Mi mayor miedo es que algún día mis hijos y mi esposa lleguen a enterarse de esto que pasó conmigo, y tengo un cuidado extremo con mis hijos para que esto nunca pase con ellos.

Me gustaría obtener su consejo acerca de esta situación, ya que llevo mucho tiempo cargando esta cruz.

Consejo

Estimado amigo:

Una de las razones de que escogiéramos su caso como el «Caso de la semana» es que sabemos que usted no es el único que está guardando un secreto como este. Lamentablemente, hay miles de adultos hoy que fueron víctimas de abuso sexual durante su niñez. Al igual que usted, muchos de ellos han guardado ese secreto durante muchos años, pues la vergüenza que sienten les ha impedido contárselo a alguien.

El sentirnos culpables nos conviene cuando nos hace reconocer el mal que hemos hecho y nos da la oportunidad de enmendarlo y de pedir perdón, si es que hace falta. Sin embargo, es posible que nos sintamos culpables sin tener culpa alguna. A veces nos sentimos culpables debido a información errónea o pensamientos irracionales. Es absurdo pensar que un niño (por lo menos hasta los doce años de edad y en algunos casos hasta mayor) pudiera ser responsable por lo que un adulto lo induce a que haga.

No importa que ese hombre le haya dado dinero a usted para que tuviera relaciones sexuales con él. Ni importa cómo lo haya convencido a usted para que lo hiciera. Un adulto lo engañó y se aprovechó de usted. Usted no había desarrollado aún sus facultades mentales como para poder comprenderlo todo. Así que usted no es la persona culpable. El que usted se sienta culpable y avergonzado a tal grado que juzgue necesario guardarlo en secreto se debe a la idea errónea que se ha formado de que usted es responsable de lo que ocurrió. Eso no quiere decir que usted es culpable.

Si un adulto le dice a un niño de tres años que recoja un florero de cristal muy pesado y que lo lleve al otro extremo de la habitación, ¿de quién será la culpa cuando el florero se le caiga al niño y se rompa? El plan de Dios es que los niños nazcan y se desarrollen en un ambiente de familia precisamente porque todo niño necesita tiempo para crecer y desarrollarse, no sólo físicamente sino también mentalmente, antes que pueda ser responsable de sus hechos. A todo adulto le corresponde proteger de actividades peligrosas a los niños hasta que tengan la madurez necesaria para protegerse por sí solos. Esa es una de las razones por las que su padre trató de matar a aquel hombre; su padre se sintió culpable por no haber logrado protegerlo a usted.

El apóstol Pablo nos mostró en el primer siglo que él comprendía el desarrollo paulatino intelectual de los niños, al escribir: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño.» 1 Usted, amigo, razonaba como niño durante ese horrible episodio de su vida. Ahora que es adulto, ha dejado atrás las cosas de niño. Ya es hora de que también deje atrás esos absurdos sentimientos de culpabilidad que lo han atormentado durante tanto tiempo.

Lo que usted más teme es que alguien llegue a descubrir su secreto. Sin embargo, nosotros estamos convencidos de que ese secreto lo está dominando precisamente porque usted lo está guardando con tanta tenacidad. Una vez que usted reconozca que no tuvo la culpa de lo que ocurrió, le recomendamos que le revele el secreto a su esposa. Ella puede ayudarlo a recordarse a sí mismo que usted no tuvo la culpa. Y una vez que usted le haya contado el secreto a alguien, ese secreto no volverá a dominarlo.

Con afecto fraternal,

Linda y Carlos Rey
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1 1Co 13:11

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