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Caso 62

A mí me gusta ser sincero. Estoy consciente de que la mentira es uno de los pecados que no le gustan a Dios, pero siempre me sucede que, cuando piden mi opinión, no es la que están esperando. Me pasa mucho con mi novia.... Esto hace que ella levante una discusión y se ponga a llorar, porque dice que yo la maltrato y que soy un grosero....

Mi pregunta es: ¿Cuándo está bien mentir para que las demás personas no se sientan mal? ¿Cómo hago para mentir y continuar normalmente como si mi opinión no valiera?

Consejo

Estimado amigo:

¡Qué pregunta tan interesante! Usted supone que sólo tiene dos opciones: mentir, o herir los sentimientos de otra persona. Con cualquiera de las dos que escoja, sabe que ha hecho algo indebido. Y quiere que le digamos cuál de las dos opciones es la peor.

Cuando se habla acerca del bien y del mal, debe haber una norma para ayudarnos a saber si determinada conducta es buena o es mala. Para las infracciones de tránsito, hay leyes del tránsito que son la norma. Por ejemplo, hay una ley específica para determinar la velocidad máxima a la que un conductor puede manejar en una calle en particular. Si excede esa velocidad al manejar, quebranta la ley y por consiguiente hace lo indebido. Para cuestiones morales, la norma que empleamos es la Biblia. Juzgamos nuestra conducta a la luz de las enseñanzas de la Biblia a fin de determinar si es buena o mala.

Usted tiene razón al decir que a Dios no le gusta la mentira. Lo cierto es que uno de los Diez Mandamientos dice que no debemos mentir.1 Sin embargo, otro principio bíblico, conocido como la regla de oro, dice que debemos tratar a los demás tal y como queremos que nos traten a nosotros.2 Como no queremos que los demás nos hieran con palabras crueles, entonces es obvio que tampoco debemos herirlos a ellos con palabras crueles. De ahí que el mentir y el ser cruel en el trato con los demás sean pecados, ya que ambas conductas quebrantan las leyes divinas que se encuentran en la Biblia. ¿Es uno de esos pecados peor que el otro?

El quebrantar una de las leyes divinas es como despeñarse por un precipicio. Uno cae, o no cae, al vacío. No es posible caer a medias. O se quebranta la ley de Dios, o no se quebranta. Cualquier pecado, ya sea que se considere insignificante o que se juzgue muy significativo, es como despeñarse por ese precipicio. Y cuando caemos al vacío, tiene que haber alguien que nos «salve». A eso se debe que Jesucristo haya venido al mundo a morir por nuestros pecados: para poder salvarnos del castigo por haber quebrantado sus leyes. A los ojos de Dios, no hay diferencia entre un pecado y otro. No hay una escala de pecados. Así que el mentir y el ser cruel son igual de pecaminosos.

No obstante, usted tiene una opción que no es mala. No tiene que mentir ni tiene que ser cruel. Sólo tiene que guardar silencio en lugar de decir lo que está pensando. Usted dice que le gusta ser sincero. Guardar silencio no es falta de sinceridad. Cuando le hagan una pregunta difícil, en lugar de contestarla, responda con otra pregunta (de un modo jocoso). «¿Por qué quiere saberlo?» es una pregunta que da buenos resultados. Luego de hacer la pregunta, cambie por completo el tema de la conversación. Siempre esté listo para decir cosas positivas y amables que lo ayuden a cambiar el tema. Piense en cumplidos y en todo lo que pueda decirles a los demás que sea positivo a la vez que verdadero.3 Póngalo en práctica, y verá que cuanto más exprese pensamientos positivos y sentimientos amables, más fácil se le hará.

¡No deje de ser atento y considerado!

Linda y Carlos Rey
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1 Éx 20:16
2 Mt 7:12; Lc 6:31
3 Fil 4:8

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