Un vacío inexplicable

8 jul 2024

(Víspera del 40 Aniversario de Miss Universo 1984)

Carlos Rey:

Para esta edición especial, tengo el gusto de presentar a nuestra invitada, Cilinia Prada Bueno.

Cilinia Prada Bueno:

Me encontraba en medio del mar abierto, en un lugar de aguas turquesas rodeadas de isletas del archipiélago de San Blas, donde la lancha nos había dejado para que nadáramos. Una sensación de aislamiento y soledad me había inundado, haciéndome sentir como si fuera la única persona flotando en aquel inhóspito paraje. De pronto una voz interrumpió el silencio exclamando: «¡Mira, ve! ¡Ahí está Cilinia!»

«¿Acaso alguien acá me reconoce?», me pregunté. Eso me asombró porque ya habían pasado treinta años desde que en mi país, Panamá, yo había sido una figura de la televisión. Que te reconozcan en medio del mar abierto, después de tanto tiempo, es algo increíble.

Yo había sido presentadora de noticias, por lo que pude entrar en la intimidad de los hogares de las familias panameñas. En 1984 había ganado la corona de Miss Panamá para Miss Universo, en la época dorada de ese concurso, y tres años después gané una corona internacional en otro certamen de belleza. Desde ese entonces, luego de haberme mudado a otro país, he tenido el deseo de contarles una experiencia que marcó mi vida.

Resulta que ni la fama, ni las invitaciones sociales, ni los privilegios de ser una figura pública y de representar a mi país en reinados de belleza fueron logros que me produjeron satisfacción. Reconozo que fueron oportunidades para aprender, pero no hicieron que me sintiera realizada. No dejaba de preguntarme agobiada: ¿Por qué me siento tan inconforme? ¿Por qué no soy plenamente feliz? ¿Qué le hace falta a mi vida? ¿Es esto todo?

Ese inexplicable vacío interno que yo llenaba con actividades y diversiones me oprimía con pensamientos negativos en medio de la soledad que sentía al final del día. Me costaba estar a solas conmigo misma.

Quería volver a comenzar mi vida. Pero ¿era posible comenzarla de nuevo? ¡Claro que no! O, por lo menos, eso pensaba...

Como joven, mi impresión de la vida era la de un esfuerzo cuesta arriba en el que se trata de sobrevivir. Si me hablaban de Dios, pensaba: «Yo no tengo tiempo para Dios.» En cierta ocasión, un colega trató de explicarme lo que creía acerca de Dios, pero al verse limitado en su intento, me dio un folleto titulado: «Cómo volver a nacer». Eso era exactamente lo que yo anhelaba, sin imaginarme que fuera posible.

Al leer el folleto, descubrí que Dios envió a su Hijo Jesucristo a este mundo con el fin de transformarnos a cada uno en una nueva creación suya: una persona que lo amara y le fuera fiel hasta la muerte, de modo que Él pudiera darle la corona de la vida. En otras palabras, el Hijo de Dios vino para que yo pudiera comenzar de nuevo, disfrutar de una vida plenamente realizada, y finalmente portar una corona imperecedera.1

Permíteme preguntarte: ¿En el mar abierto de tu vida, puedes oír la voz de Cristo llamándote porque te reconoce y desea darte un nuevo comienzo?


1 Lc 19:10; Jn 3:1-17; 10:10; 2Co 5:17; Stg 1:12; Ap 2:10
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