«¡Yo sé quién eres!»

5 abr 2021

Era el 24 de agosto de 1989, día en que se le había invitado a dirigirle la palabra a la Asamblea General de la Alianza Reformada. No se hallaba en su amada Guatemala, pero tal vez desde esta plataforma en Seúl, Corea, resonaría aún más su voz de poetisa hasta en el continente americano que tanto necesitaba comprender la motivación de sus versos. Inspirada por la opresión de su pueblo, Julia Esquivel Velásquez declamó con fuerza de convicción:

... Señor,
yo sé bien quién eres
y en dónde estás.

Yo sé bien que naciste
en un pueblo ocupado militarmente
por el imperio de tu tiempo.
Sé también que una noche
saliste precipitadamente
huyendo de los soldados de Herodes
protegido en los brazos de tu madre,
porque aún no te había llegado la hora....

Eres el niño refugiado
en un país extranjero,
que sólo pudo volver
a la tierra añorada
cuando murió el colaborador del poder imperial.

Eres el amigo de los intocables,
marcados por la lepra,
el SIDA de tu época en Galilea.

Eres el Hijo de María,
la mujer fuerte del Magníficat.
Eres el carpintero de Nazaret
que rompiste las costumbres
convertidas en ley
por una cultura opresora.

Sí, eres el que te dejaste tocar
por la mujer pública,
porque percibiste,
más allá de toda racionalización,
el motivo último de su llanto
que alivió tus pies cansados
de exiliado en tu propia tierra.
Ella supo acoger tu corazón
de rechazado e incomprendido,
de profeta auténtico.

Yo sé quién eres,
el amigo de los pecadores,
porque nos escandalizas
al afirmar categórico,
que las prostitutas y los ladrones
van muy adelante de nosotros
en el camino sembrado de espinas
que nos conduce hasta el reino de tu Padre....

Ya no insistas más, Señor,
te lo ruego;
yo sé hasta la saciedad,
que tú eres ciudadano del tercer mundo...
en Corea del Sur o en París,
en la sierra ecuatoriana,
en el Harlem,...
en los Estados Unidos.

Yo sé que perteneces a la raza ecuménica
de todos los disminuidos y oprimidos
del mundo entero.
Cuando me preguntas quién eres,
me pones entre la espada y la pared,
porque me preguntas en dónde estoy yo...

Pero yo también sé
que si te sigo paso a paso,
allí en donde moras
y a donde quiera que vayas,
me amenaza de muy cerca
el escándalo de la cruz
y la amargura de beber contigo del mismo cáliz...

Porque a ti,
te acusaron de alborotador
y de subversivo,
de blasfemo
y hasta de actuar bajo el poder del demonio...
 (¿qué no harán conmigo, Señor?)

Dame tu coraje, te lo ruego;
ayúdame a recibir con el pan,
la cruz de cada día.

Concédeme la gracia
de seguirte de muy cerca,
cada instante de tu calvario y de tu muerte,
como Simón de Cirene
aún más, como María,
con esa espada sembrada aquí, muy dentro...

Porque Señor,
¡quiero tener ojos muy limpios
para ser capaz de reconocerte de inmediato
la radiante mañana de tu resurrección!1


1 Julia Esquivel Velásquez, Florecerás, Guatemala (México: Ediciones CUPSA, 1989), pp. 42‑46.
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