Males imaginarios y males auténticos

4 oct 2019

(Víspera del Natalicio de José Donoso)

«Los deportes y trabajos horribles de la escuela me hacían tan desgraciado —cuenta José Donoso— que fingí un dolor de estómago que me hizo guardar cama varios días. Con gran disgusto mío, se diagnosticó una apendicitis. En ese mismo instante perdí la poca fe que ya tenía en mi padre como médico, dado que había logrado engañarle con tanta facilidad. La operación me asustó: la primera de mis maladies imaginaires que concluyó en una mesa quirúrgica.»1

Aquí conviene recalcar y desglosar lo que dice Donoso, ya que esto que el renombrado escritor chileno relata en un artículo autobiográfico en 1975 parece inverosímil. Durante esos años de su infancia, José no sólo detestaba los estudios sino también las actividades escolares, entre ellas los deportes, que se daban en el colegio inglés al que asistía. Ese fue su primer disgusto. Su segundo disgusto surgió de la maestría con que representó ese mal imaginario del dolor de estómago. Su actuación fue tan convincente que su padre, que era médico, creyó que sufría de apendicitis, ¡y le extrajo el apéndice! ¡Tremendo disgusto y tremenda decepción que sufrió en aquel quirófano! ¿Cómo no pudo conseguir que su padre no lo operara?

Lo cierto es que esa habilidad que Donoso tenía de disfrazar la realidad lo habría de caracterizar hasta el día de su muerte, en 1996, de un cáncer de estómago. Tanto es así que la profesora y escritora Selena Millares comenta que «también la fecha de su nacimiento es objeto de uno de sus disfraces». Al parecer, Donoso la «disfrazó» a fin de obtener una beca, de modo que en más de un lugar aparece erróneamente que nació el 5 de octubre de 1925 y no 1924.2

Esa característica de la vida de Donoso nos recuerda al patriarca bíblico Jacob. Es que a Jacob se le conoce por su habilidad de sacarle ventaja a su hermano gemelo Esaú, aprovechándose de un momento de debilidad para que éste le vendiera sus derechos de primogenitura por un plato de lentejas, y luego disfrazándose para hacerse pasar por Esaú y así obtener también la bendición de su padre que le correspondía al primogénito. De ahí que Esaú le guardara rencor a Jacob al extremo de proponerse matarlo tan pronto como terminara el luto por su padre. Sin embargo, Jacob logró escapar lejos a la casa de su tío, donde se casó y tuvo muchos hijos.

A pesar de todo, años después, cuando los dos hermanos volvieron a verse, Esaú, como señal de su perdón, corrió al encuentro de Jacob y lo abrazó.3 Para completar el círculo vicioso, posteriormente Jacob fue víctima del engaño de sus propios hijos, y él, a su vez, no tuvo más remedio que perdonarlos y darles a cada uno su bendición.4 Quiera Dios que así también nosotros, en el caso de ser víctimas del engaño de un ser querido, hagamos lo posible por seguir el ejemplo de Esaú y darle la oportunidad de volver a ganarse nuestra confianza.5


1 José Donoso, «Cronología», Cuadernos Hispanoamericanos, 295 (1975): 8, citado en Selena Millares, «Una poética del derrumbe», Introducción a José Donoso, El lugar sin límites, 4a. ed. (Madrid: Ediciones Cátedra, 2005), p. 12.
2 Millares, pp. 12-13.
3 Gn 25:19–33:4
4 Gn 37-49
5 Gn 33:5-15
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