Alarmas que provocan tragedias

26 jun 2007

Ninguno de los treinta mil espectadores que acudieron al estadio Alberto Silva de la ciudad de Tiradentes, Brasil, imaginaba que la inauguración terminaría en tragedia. Esa tarde el sol brillaba en todo su esplendor; los gallardetes y banderas del Fluminense y el Tiradentes, los dos equipos de fútbol, adornaban las tribunas con alegres colores.

Todo era fiesta, entusiasmo, alegría. Los dos equipos desarrollaban sus acciones en la cancha y los miles de aficionados gritaban alentando a sus favoritos. De pronto, un grito frenético, agudo, penetrante salió de la garganta de un solo individuo: «¡Peligro! ¡Peligro! ¡Se están desplomando las graderías!»

El recuerdo de otras tragedias deportivas en que tribunas que se vinieron abajo causaron cientos de muertos produjo horror y espanto en la multitud. Sin pensarlo dos veces, una avalancha humana se lanzó escaleras abajo. Rompieron la barrera de seguridad y quisieron ganar la calle. Muchos se arrojaron desde una altura de seis metros, y los que venían detrás los siguieron ciegamente, cayendo unos sobre otros. El saldo trágico fue cuatro muertos y más de mil heridos de gravedad. Y todo por un grito de alarma que fue falso.

¡Qué fácil es hacerles caso a los gritos de una falsa alarma cuando uno vive con el temor latente de sufrir una desgracia! En un pueblo de la República de El Salvador, alguien gritó durante una fiesta. También una estampida fue el resultado, y muchos murieron al caer unos sobre otros, pues el hombre había gritado que la iglesia se estaba quemando.

El mundo parece vivir en un estado de temor reprimido. Los nervios de la gente están estirados como cuerdas de guitarra. El corazón palpita, calmado sólo a fuerza de sedantes. ¿Por qué esa angustia reprimida? ¿Por qué ese miedo latente? ¿Por qué ese frenesí que estalla a la menor provocación? ¿Por qué esas locuras colectivas?

Hay que buscar la razón en la falta de paz interior que es resultado de alejarse de Dios. Porque todo el que vive conscientemente alejado de Dios, vive lleno de aprensiones, presentimientos y temores secretos.

La Biblia dice que Cristo es nuestra paz. Con Cristo en el alma vivimos a salvo de alarmas, pánicos y amenazas de terror.

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