25 ene 2007

Una guerra interminable

por el Hermano Pablo

En 1967 estalló una guerra entre los judíos y los árabes de Palestina. Esta guerra duró apenas seis días, siendo la más corta de los tiempos modernos. Al parecer, el conflicto terminó y la paz se reanudó entre los contendientes. Pero no ha sido así.

Desde esa fecha hasta hoy, el conflicto ha continuado. No sólo en los campos de batalla, no sólo en los cielos donde se enfrentan aviones, no sólo en los mares donde los barcos se disparan, sino también por debajo, en lugares inusitados y en maneras imprevistas.

Puede ser en una calle de Noruega o en una vereda de Roma, en un hotel de Atenas o en un avión que cruza los cielos de Europa. Puede ser en una oficina de Nueva York o en una clínica de Londres. Sin aviso, y sin aparente provocación, aquí se produce un atentado a pistola y allá estalla una bomba dentro de una carta, y más allá una granada en un automóvil. La violencia sigue, a pesar de la buena voluntad de los gobiernos y no obstante todas las demandas internacionales de paz.

¿Quién mantiene esa guerra minúscula, diversa, desparramada? No se trata de «quién» sino de «qué». La mantienen el resentimiento y el espíritu vengativo. Son individuos, de uno y otro lado, que apelan a la violencia matando personas inocentes, para satisfacer un oscuro sentimiento de revancha.

¿Y eso por qué? Porque todos llevamos, dentro de nosotros, algo del viejo Caín, que un día se levantó contra su hermano y lo mató, movido por el despecho. Es el corazón humano que está enfermo. La Biblia dice: «Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida» (Proverbios 4:23). Si la fuente de nuestra vida está emponzoñada, no es de extrañarse que nuestra vida por entero sea violenta y esté contaminada.

¿Y quién es el Único que puede purificar nuestro corazón? ¡Jesucristo! Sólo Cristo cambia nuestro corazón, quitando el corazón de piedra y colocando uno de carne, y de carne limpia, nueva, sana y dulce. Sólo Cristo cambia la vida de la humanidad entera. Pero cada uno tiene que darle la entrada como Señor y Salvador.

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