20 oct 2006

Cincuenta días de concierto

por el Hermano Pablo

David Scott, joven pianista inglés, se sentó al piano. Con rápidos movimientos hizo correr sus manos sobre el teclado, probando cada una de las teclas. Luego comenzó a tocar una melodía popular de agradable tono.

Las diversas personas que lo observaban sonrieron, miraron sus relojes y sus calendarios, y cambiaron señas de inteligencia. David Scott estaba iniciando un concierto de piano que habría de prolongarse durante cincuenta días cabales, más dieciocho horas: récord mundial.

En ese largo lapso, David tocó por lo menos tres mil doscientas piezas musicales, y recaudó cincuenta mil dólares para obras de beneficencia.

Buena es la gente que piensa en el prójimo más que en sí misma. Buena también es la gente que se dedica a la música, pues la música pone alas al espíritu, hace amigos a los hombres y hermana a los pueblos.

David Scott tocó cada día un promedio de veinte horas, dándose apenas cuatro horas para tomarse un descanso y comer algo ligero. Sus dedos oprimieron las teclas millones de veces, las melodías llenaron el aire, y el público espectador fue renovándose continuamente a lo largo de los cincuenta días, dejando satisfecho sus donativos a las obras de beneficencia.

¡Qué lindo sería que en el mundo entero se repitieran conciertos de esta clase! Conciertos de piano, conciertos de violín. Conciertos de arpa y guitarra, conciertos de tambores y bombos. Conciertos clásicos, conciertos de música ligera, conciertos folclóricos, conciertos de música sagrada.

Lamentablemente en la actualidad son otros los conciertos que predominan. Conciertos de insultos y de amenazas. Conciertos de gritos y de gemidos. Conciertos de bombas, de balazos y de ayes de agonía.

¿Es posible cambiar de un concierto a otro? Sí, lo es. Se logra al cambiar las intenciones y las disposiciones del corazón, al cambiar el alma y el espíritu; y sobre todo, al cambiar de maestro y señor, cambiando de dueño de la vida e inspirador de la conducta.

En pocas palabras, esto se logra al cambiar del diablo a Jesucristo. Porque cuando Cristo entra en nuestro corazón, cambia la música y el concierto de nuestra vida. Sólo Cristo puede cambiar el tono y la melodía de nuestra vida y de nuestro hogar, para que sólo produzcan música del cielo.

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