6 dic 2006

Abrir los ojos sólo para ver las tinieblas de la muerte

por el Hermano Pablo

La señora Rita Thick, que vivía cerca de Londres, Inglaterra, pasó por muy extraños accidentes. No se llevaba bien con su esposo. Las continuas peleas y discusiones afectaban su sistema nervioso, sobre todo al ver cómo lloraba la pequeña hija de ambos.

En una de esas peleas familiares la señora sufrió un ataque nervioso que la dejó ciega. Aunque la trataron los mejores oftalmólogos y neuropsiquiatras, quedó completamente ciega y sin esperanzas de recuperación.

Pasaron varios meses. El estado del matrimonio iba de mal en peor. En un arranque de desesperación John, el esposo de Rita, tomó una sobredosis de drogas y murió. Pero no murió solo; murió junto con su hijita, que estaba encerrada con él en un automóvil.

Cuando la señora recibió la terrible noticia, volvió a sufrir otro tremendo ataque nervioso. Y aquí se produjo lo insólito, lo extraordinario, lo inesperado: la señora Rita instantáneamente recobró la vista. Lamentablemente lo primero que le tocó contemplar fue un espectáculo de dolor y pena: el funeral de su esposo y su hija.

Debe ser realmente triste salir de las sombras de la ceguera en que se ha estado cautivo tanto tiempo, sólo para ver un espectáculo de desolación, de ruina y de muerte. Y sin embargo éste es el destino que espera a miles de hombres y mujeres. Viven ciegos a las realidades verdaderas de la vida espiritual por estar entregados sólo al goce de las cosas materiales. Y cuando despierten, cuando reaccionen, cuando el velo fatal caiga de sus ojos, será sólo para ver los estrados del Juicio Final y contemplar la larga fila de condenados que se dirigen a las tinieblas eternas. Y ellos formarán parte de esa fila.

Jesucristo es la luz del mundo, y quiere iluminarnos a todos. Él quiere abrir nuestros ojos y darnos la verdadera visión de las cosas, para que sepamos llevar la vida espiritual y hallar el sendero de la salvación eterna. No lo rechacemos.

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