2 sep 2005

«Mi carrera está arruinada»

por el Hermano Pablo

Fue un ataque de hipo, una contracción súbita y nerviosa del diafragma que, más que nada, causa molestia. Quizá fue algo seco que comió en la cena, o tal vez algo que bebió, pero Nicole Videau, pianista profesional de Orleans, Francia, de veintiséis años de edad, pensó que su hipo pasaría.

Tomó un taxi y se dirigió al concierto. Esa noche tenía la oportunidad que había esperado toda su vida. Tocaría delante de grandes críticos y empresarios teatrales.

Se sentó al piano, puso sus manos sobre el teclado y, cuando iba a comenzar con las primeras notas del concierto, una vez más el fuerte hipo lo sacudió. Quiso seguir tocando, dando varias notas falsas, pero el hipo continuó.

Nicole entonces se levantó, saludó al público con sonrisa forzada y se fue a su casa. Allí mismo, en una decisión drástica, se mató de un tiro. «Mi carrera está arruinada», dejó escrito en una nota suicida.

El hipo es una afección leve y pasajera que se cura, la mayoría de las veces, con un susto o con algunos sorbos de agua. No hace mas daño que la molestia que causa y, ante todo, nunca mata a nadie. Pero el caso de Nicole Videau, joven concertista cuya carrera pensó él había quedado arruinada, nos invita a hacer algunas reflexiones.

En primer lugar, a veces algo que se considera de poca importancia puede arruinar una vida. El caso de Nicole es un ejemplo. Para el artista celoso de su arte, dar notas falsas en un concierto es una tragedia, especialmente cuando está ejecutando una pieza clásica delante de los críticos.

En segundo lugar, hay personas extremadamente sensibles y perfeccionistas que no soportan cometer ni un solo error. Si algo les sale mal, aunque sea de veras insignificante, pueden sufrir un ataque. Olvidan que no hay nadie que sea perfecto, y que ninguna obra humana está totalmente libre de imperfecciones.

Y en tercer lugar, la vida ofrece más de una oportunidad. En esto falló Nicole Videau. Podemos fracasar una que otra vez en la vida y sin embargo tener gran éxito a la larga. Beethoven sufrió la pérdida total del oído, y aun así, sordo como una tapia, dirigió el estreno de su Novena Sinfonía.

Dios, que conoce nuestras imperfecciones, es mucho más indulgente con nuestros errores que nosotros mismos. Cuando tenemos a Cristo como el Ayudador y Maestro de nuestra vida, siempre podremos contar con una segunda oportunidad.

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