21 dic 2005

Por la dicha de tener un hijo

por el Hermano Pablo

Sonriente y tranquila, ingresó a la clínica. Iba a tener un hijo. Y aunque sabía que hay dolores en todo parto, también sabía que después vienen el consuelo y la alegría. La pusieron en la camilla y la prepararon. Pero el bebé era grande y el parto iba mal. Había que hacer una cesárea.

Por una acumulación de circunstancias, Margaret Ackers, de treinta y siete años de edad, de Lancashire, Inglaterra, fue operada sin anestesia. El dolor que sufrió fue horrendo, pero al fin pasó. «¿Merecía ella ese tormento?» preguntó su marido. «Yo creo que sí», dijo la esposa, al ver a la hermosa hijita.

Los dolores de la maternidad son tan antiguos como la mujer y tan nuevos como el día que va transcurriendo. Pero hay una compensación tremenda para la madre que los sufre. Pasados los dolores del alumbramiento, viene el gozo de tener un hijo en los brazos. Muchas mujeres dicen lo mismo: «Con gusto sufriría otra vez el dolor de parto por la dicha de tener otro hijo.»

La vida es un continuo intercambio. Todo tiene su precio, y cada decisión trae dolor o bienestar. La mujer puede escoger entre el bienestar de una vida sin dolores de parto, o puede aceptar el sufrimiento porque sabe que es el precio que tiene que pagar para tener un hijo.

Cada acción tiene su castigo o su recompensa. El secreto de una vida satisfactoria es saber el precio de cada acción y decidir de antemano si vale la pena pagarlo.

¿Qué precio, por ejemplo, le pondríamos a la restricción de nunca jamás tomarnos un trago de licor? Sería el precio de la pérdida del gusto y de la euforia que produce ese trago.

¿Pero cuánto nos costará tomarnos ese trago? El primer precio es el vicio. Luego viene el abandono a la borrachera. De ahí sigue la pérdida de nuestra dignidad, de nuestros bienes, de nuestro matrimonio, de nuestros hijos, de toda nuestra familia y de casi todo lo que de veras vale en la vida. ¿Vale más el trago que lo que resulta por tomarlo? ¡Mil veces no!

Y ese es un solo ejemplo. El principio se aplica a todo en la vida.

¿Qué precio tiene una entrega total al señorío de Cristo? El precio de nuestra voluntad, rendida a la voluntad de Dios. ¿Y qué beneficio produce? Una vida de paz, de gozo y de plenitud, y una esperanza genuina de vida eterna.

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