31 ago 2005

Sin señales de tránsito

por el Hermano Pablo

Fue un trabajo de expertos, aunque delictuoso. Emplearon pocas herramientas: escaleras portátiles y destornilladores. Lo hicieron de noche, para mayor protección. En parte, fue por venganza, y en parte, por lucro.

Durante dos semanas, ladrones avezados se dedicaron a robar alambres y cables de los semáforos de calles y caminos en el condado de Dade en la Florida. Esto provocó no pocos problemas, desazones y algunos accidentes. De golpe, los pacíficos habitantes del condado se hallaron sin señales de tránsito. Fue un verdadero dilema.

Andar por calles atestadas de tráfico y por autopistas donde los autos corren a 130 kilómetros por hora, y no tener ningún semáforo, ninguna señal de caminos, es casi aterrador.

¿Qué sería de la vida en las grandes capitales del mundo si no hubiera ninguna señal indicadora, ningún cartel señalador? Uno no sabría ni por dónde caminar. ¿Qué tal una ciudad que no indicara si una calle es de doble vía o de una sola vía, si se debe correr a 30 kilómetros por hora o a 100, si tal localidad está a la derecha o a la izquierda de la ruta? ¡La confusión y aun la muerte se adueñarían de la ciudad!

¿Y qué sería de la humanidad si Dios no hubiera puesto señales indicadoras para guiarla? Se sabe que nuestro cuerpo nos envía señales de alarma cuando algún órgano está enfermándose. Así unos grados de fiebre, un sudor nocturno, una palpitación del corazón, un dolor aquí o allá, son señales de peligro que el cuerpo manda antes que ocurra algo irreparable.

Dios también nos ha dado señales indicadoras para guiarnos en el camino de la vida. Los Diez Mandamientos son una de las señales más importantes y más firmes. ¿Estamos violando o ignorando alguno de los Diez Mandamientos? ¡Cuidado! De ser así, vamos rumbo a un desastroso accidente.

Los mandamientos, los proverbios, las parábolas y las historias de la Biblia son señales externas que Dios nos ha dado. Pero también nos ha dado una señal interna. Es la conciencia, que nos advierte de nuestros malos pasos. Cristo mismo es la Señal por excelencia. Sea Cristo Jesús nuestro Señor y Salvador, y sea su Palabra nuestra guía. Sólo así caminaremos seguros.

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