Sus mejores amigos eran sus libros, y su mejor juguete era una lupa, una lupa de gran aumento. Sus mejores maestros eran sus abuelos, y su tarea era mirar, mirar lo que pudiera ver, y atesorar, en la memoria, formas, colores, perspectivas; flores, árboles, paisajes.
Sheyla Kleiven, de siete años de edad, se estaba quedando ciega, y sus abuelos se habían propuesto hacerla ver lo más hermoso e interesante de la creación de Dios. Ya que pronto perdería por completo la vista, que al menos atesorara en su memoria todo lo bello del mundo.
He aquí un caso patético, porque se trataba de una criatura de apenas siete años de edad que estaba perdiendo la vista. Cuando por fin ese negro telón bajara sobre sus ojos, Sheyla no podría ver más la luz del día. Ya nunca más pondría su vista en las cosas de esta vida. Una noche eterna caería sobre ella y sólo vería lo que hubiera depositado en la memoria.
Sin embargo, no tener vista espiritual es peor que no tener vista física. Hay personas ciegas, como por ejemplo dos hermanos de este servidor, que a pesar de no poder captar la luz del sol con los magistrales colores que su luz revela, tienen una paz y seguridad tan profunda que no cambiarían su experiencia espiritual por todos los ojos del mundo.
Nadie puede exagerar lo grandiosa que es la vista. Poder ver es quizás el sentido físico más importante. Pero tener paz en el corazón, levantarse en la mañana y pasar todo el día en las faenas comunes de la vida, poder llegar al final del día y luego acostarse con un corazón tranquilo, con una conciencia limpia y con la mente en paz, es mil veces más importante que la vista física.
Carecer de paz, de seguridad, de bienestar en el alma, de una franca relación con Dios, es ceguera, ceguera espiritual, que es la peor de todas las cegueras del mundo.
No había nada que se podía hacer por Sheyla Kleiven. Su ceguera era incurable. Pero la ceguera espiritual sí tiene curación. La absoluta seguridad del perdón de pecados y la certeza de la vida eterna que la acompaña la puede tener toda persona que la busque. Primero, tiene que reconocer su condición pecaminosa. Luego, en humildad y sumisión, tiene que pedirle al Señor Jesucristo que le dé la vista espiritual. Eso es todo. Así recibe la vista espiritual.