El taxi avanzaba a toda velocidad. Adelante iba un camión grande cargado de estacas de madera, que andaba lentamente por la carretera. Al conductor del taxi, Adem Ugur, de Arabia Saudita, lo puso nervioso la lentitud del camión, así que hizo una maniobra brusca para adelantarse, pero el vehículo le patinó.
Adem se fue contra la carga de estacas, y una de ellas atravesó el parabrisas y le penetró el pecho. De pronto Adem se sintió «como un pez ensartado». La estaca, de dos metros de largo, lo tenía atravesado de lado a lado.
Tuvieron que llevarlo de inmediato al hospital, donde un joven cirujano lo operó hábilmente. Después de cinco horas de cirugía, el hombre se vio libre de la estaca. A los pocos días estaba trabajando de nuevo, sólo que ahora Adem Ugur decía: «De aquí en adelante, cada día será un regalo de Dios para mí, y lo viviré para Él.»
He aquí un hombre que nació dos veces, pues no es poca cosa ser atravesado del pecho a la espalda por una estaca de madera. Su vitalidad, la maestría del cirujano y la intervención divina le salvaron la vida. Ahora dueño de una formidable experiencia, una ancha cicatriz y una historia para contar, Adem Ugur considera su nueva vida como un regalo de Dios.
Así debiéramos también nosotros considerar nuestra vida, aunque no nos haya atravesado el pecho una estaca de madera. ¿Por qué no vivir cada día como lo que realmente es: un regalo de Dios y un don del Creador? Démosle a nuestra existencia la categoría y la dignidad que se merece. Respetémosla, amémosla, dignifiquémosla y vivámosla con el temor de Dios. La vida es una sola y, para algunos, es breve. La clave para vivir en armonía es respetar como algo sagrado la vida nuestra y la del prójimo.
Aunque no suframos ningún accidente ni pasemos nunca por un peligro mortal, debemos decir: «Cada día que me resta vivir, lo viviré sabiendo que es un regalo de Dios.»
Si hacemos de Cristo el Señor de nuestra vida, los días que nos quedan por delante estarán llenos de sentido y de satisfacción, y Dios mismo premiará nuestra determinación dándonos su paz, su gracia y su bendición.


