13 nov 2004

Más allá del orden natural

por el Hermano Pablo

«Ha muerto», anunció el doctor. Sus palabras, profesionales, frías e inapelables, parecían sellar el destino de Shireen Lockem, una niña de once años de edad de la ciudad de Johannesburgo, Suráfrica. Luego el médico añadió: «Conserven el cuerpo. Así extraeremos sus órganos para trasplante.»

Shireen había sido atropellada por un auto diez días antes y había estado en coma desde entonces. Sus padres Kasper y Michelle habían rogado a Dios continuamente por ella. Se resistían a darse por vencidos, pero el dictamen médico había sido terminante. Conmocionados al extremo, acompañaron el cuerpo de su hija hasta una sala especial adonde algunos enfermeros lo llevaron.

De pronto Shireen comenzó a mover los dedos. Ante el asombro general, comenzó a mover también el brazo, y finalmente abrió los ojos.

—¡Es un milagro! —dijeron los médicos.

—Es una respuesta a la oración —dijeron los padres.

He aquí otro caso que se suma a muchos parecidos. A esta niña la atropelló un auto y permaneció diez días en coma. Luego de ser declarada clínicamente muerta, decidieron preservar su cuerpo para extraerle los órganos. Pero la niña comenzó a dar señales de vida, y llegó a recuperarse por completo.

¿Casualidad? ¿Estado de catalepsia? ¿Sueño de coma muy profundo? ¿O auténtico milagro? No vale la pena discutirlo. Pero hay algo que no se puede negar: la fe, la esperanza, la constante oración de sus padres y la acción de Dios Todopoderoso surtieron efecto en la vida de esa pequeña.

La pregunta que tantas veces nos hacemos es: ¿Por qué no contesta Dios mis oraciones? ¿Cómo es que algunos reciben respuesta a sus oraciones y otros no? ¿Dónde está la justicia de Dios?

Hay muchos que nunca oran, o que si oran, lo hacen en un estado de desesperación y como recurso final. Con razón no ven muchas respuestas a sus oraciones. A los que poco o nunca se comunican con Dios, fuente de toda vida y de consuelo, les es difícil ver más allá del orden natural de la vida.

Es absurdo creer que Dios va a hacer algún milagro sólo porque en nuestra agonía hemos mencionado su nombre. Si no hemos establecido una relación íntima y continua con Él, y por lo tanto no estamos acostumbrados a comunicarnos con Él, ¿cómo podemos pensar que Él responderá a nuestra plegaria?

En cambio, si creemos y confiamos siempre en un Dios de amor, aun en medio de desgracias y accidentes, y ponemos a Dios en primer lugar, por encima de todas las cosas, entonces veremos maravillas. Cultivemos una relación personal con el Señor, y de seguro veremos respuestas a nuestras oraciones que van más allá del orden natural de las cosas.

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