El grupo se organizó casi solo. De aquí y de allá se reunieron, y cuando se sacó la cuenta eran cien exactos. El conjunto se componía de hombres, mujeres y niños.
¿Dónde ocurría esto? En Bogotá, Colombia. ¿Qué los había reunido? Alguien había lanzado la idea de una marcha. Una marcha por la paz. Y en efecto, marcharon en paz por las calles de Bogotá porque eran amantes de la paz. Fueron hasta el edificio de la Conferencia Latinoamericana de Obispos y presentaron su súplica.
Un gran cartelón indicaba lo que querían. «Cristianos por la Paz», decía el letrero. Pedían simplemente que el gobierno y la Iglesia hicieran algo para detener la violencia en Colombia.
Si hay algo que caracterizó la vida de Cristo fue el mensaje de paz. Su declaración se cita hasta el día de hoy: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden» (Juan 14:27).
Todos los cristianos que hay en el mundo debieran ser «cristianos por la paz». Es que paz entre los de buena voluntad, paz en el interior de las personas, paz en los hogares y paz con Dios son los elementos propios del cristianismo verdadero.
A Jesucristo mismo, Piedra fundamental de la Iglesia y sostenedor y animador de ella, la Biblia lo llama «Príncipe de paz». La misión que lo trajo al mundo fue de paz.
Él vino a hacer, porque todavía no estaba hecha, la paz entre el hombre pecador y Dios justo y santo. Él vino a ofrecer un espíritu de paz para que todos tengamos paz. Él vino para reconciliar a cada uno consigo mismo, con su prójimo y con su Dios. Él vino para poner en nuestro corazón una paz que sobrepasa todo entendimiento y una armonía interna como nada ni nadie pueden dar.
Si hay cristianos en el mundo que no viven a la altura de esta misión de paz, ellos darán cuenta, algún día, de su fracaso moral. Porque nadie que deje de buscar la paz debiera llamarse cristiano.
¿Hay paz en nuestro hogar? ¿Hay paz en nuestro matrimonio? ¿Tenemos paz en el corazón? Recordemos que Cristo dijo: «La paz les dejo; mi paz les doy...» Pidámosle que derrame sobre nuestra vida esa paz que sobrepasa todo entendimiento.