«Yo me caso con cualquiera»

6 mar 2020

(8 mar: Día Internacional de los Derechos de la Mujer)

¡Caramba!, quiero casarme,
aunque mi mamá lo sienta;
porque paso de los treinta
y yo no quiero quedarme.
Yo estoy ya por colocarme;
pero de cualquier manera,
sin andar con más espera
ni más vuelta al pensamiento,
yo estoy ya por casamiento
y me caso con cualquiera.

Cansada estoy de esperar
y me moriré de vieja
esperando esta pareja
con quien me quieren casar,
que del cielo ha de bajar:
blanco, noble y millonario,
de un talento extraordinario,
buen mozo, muy elegante,
que toque el piano y que cante
más bonito que un canario.

Mi mamá culpa ha tenido
que llegara yo a esta edad
sin esa felicidad
de tener un buen marido;
porque a ella le ha cogido
con que debo ser casada
con ministro o embajada
de Alemania o [de] Inglaterra
cuando aquí en nuestra tierra
no valemos casi nada.
. . . . . . . . . .
No quiere que tenga amores,
ni quiere que al parque vaya,
porque no falta canalla
entre los visitadores,
ni por los alrededores
de casa pisa varón;
porque dizque todos son
unas aves de rapiña
que se llevan a las niñas
como a paloma un gorrión.
. . . . . . . . . .
Envidia me causa ver
miles mujeres casadas,
que están muy bien colocadas
por no ponerse a escoger,
pues el mucho pretender
y ese orgullo mal fundado
no da ningún resultado;
pero ni luce ni cabe
donde todo el mundo sabe
del pie [del] que uno ha cojeado.
. . . . . . . . . .
Así es que quiero casarme
con el hombre que me cuadre,
y no con el que mi madre
por esposo quiera darme;
pues yo no quiero quedarme
como otras que están penando,
que por estar esperando
casarse con un sultán,
vistiendo santos están
y en las iglesias cantando.1

Por algo será que estas simpáticas décimas escritas en Santiago de los Caballeros el 29 de septiembre de 1904 las dedique el autor cibaeño Juan Antonio Alix a la juventud alrededor del mundo. Es que, como bien dice el refrán que cita el dominicano Alix en su dedicatoria, «en todas partes se cuecen habas».

Vale la pena aclarar que Alix sin duda exagera a propósito al representar a la mujer de estas décimas como quien está dispuesta a casarse con cualquiera. En realidad, lo que apasiona a la tal mujer es casarse con el hombre que quiera ella misma y no con el que quiera su mamá. De modo que no se trata de mofarse de la condición de la mujer sino de considerarla, reconociendo que Dios la creó con libre albedrío para que ella, cuando alcanzara la madurez necesaria, dirigiera su propio destino.

Pero más vale que toda mujer se valga de esa libertad no sólo para resolver su estado civil, determinando así su destino matrimonial, sino también para resolver su estado espiritual, determinando así su destino eterno. Pues la relación que podamos o no tener con un cónyuge es transitoria, mientras que la que tengamos o no tengamos con Dios es permanente, y por eso tiene consecuencias eternas. Lo paradójico del caso es que Dios, mejor que nadie, sabe «del pie del que uno ha cojeado», y sin embargo quiere tener una relación íntima con cada uno de nosotros. Y a diferencia del anhelado marido de la mujer de estas décimas de Alix, Dios sí bajó del cielo, enviando a su Hijo Jesucristo a fin de mostrarnos su amor incondicional para que, con sólo buscarlo, pudiéramos comenzar a disfrutar de una feliz relación con Él para siempre.


1 Juan Antonio Alix, «Lamentaciones», en Poesía y Teatro, Colección Pensamiento Dominicano, Vol. I (Santo Domingo: Banco de Reservas, 2008), pp. 310-12 <http://www.banreservas.com.do/Biblioteca%20Virtual/Pensamiento%20Dominicano/ Volumen%20I%20-%20Poes%C3%ADa%20y%20Teatro.pdf > En línea 15 septiembre 2015.
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