«¿Tanta crueldad el cielo la consiente?»

23 ago 2010

(Día Internacional para el Recuerdo del Comercio de Esclavos y su Abolición)

... Exponiendo su vida,
el europeo feroz en frágil nave,
al África dirige su camino.
Si no está embravecida
la mar, y logra viento que suave
empuje sin gran fuerza el alto pino,
aporta a su destino,
a do lleva el espanto,
el dolor, la tristeza, el luto y llanto.

Lisonjeando inhumanos
el vicio de los negros dominante,
compran a muchos de estos
    desdichados.
Se venden los hermanos;

el tierno joven y su dulce amante
se miran con horror ya separados:
los padres arrancados
a su prole inocente...
¿Tanta crueldad el cielo la consiente?

Mas ya de vuelta aferra
aquel buque, y los negros miserables
se llevan como bestias al mercado.
Lloran allí su tierra
con gritos y sollozos lamentables:
Cada cual tiene precio señalado,
y cuando le han comprado,
al campo se le lleva,
do halla fatiga dura y siempre nueva.

Con tristísimas voces
lamenta el que está en África su suerte,
y así clama lloroso y afligido:
Blancos, hombres feroces,
que nos hacéis apetecer la muerte,
ya todo por vosotros lo he perdido.
Quitarme habéis querido
mis hijos y mi esposa,
que gimen en cadena lagrimosa....

Aquí una voz: ¡Oh, negros
    desdichados,
ya vuestros males término han tenido:
Ya no seréis del África arrancados;
Fernando libertaros ha querido!1

¡Hoy nos parece increíble que el poeta José María Heredia, nacido en Santiago de Cuba en 1803, haya escrito semejante poema histórico en 1817, cuando tenía apenas trece años de edad! Sin duda su temprana madurez se debió en gran parte a que su padre, que era juez, ya para esa fecha había desplazado a su familia para ocupar cargos en Pensacola, La Habana, Santo Domingo y Caracas. Según el prologuista Ángel Augier, fue «a raíz del tratado que impuso Inglaterra a España sobre la abolición del comercio de esclavos africanos [durante el reinado de Fernando VII que] había escrito Heredia su “Canción hecha con motivo de la abolición del comercio de negros”, donde su espíritu justiciero clama contra el crimen de la esclavitud en nombre de la humanidad».2

Pero conste que se debió en gran parte a los esfuerzos del comprometido seguidor de Cristo, William Wilberforce, documentados en la película titulada Sublime gracia, que se tomaron las decisiones parlamentarias en Inglaterra que culminaron en la abolición de la esclavitud a escala mundial. Es que Wilberforce había llegado a comprender la irrebatible verdad de que Dios, que nos creó a todos iguales, a su imagen y semejanza, nos creó a todos con libre albedrío precisamente para que fuéramos libres. De ahí que, en el Antiguo Testamento de la Historia Sagrada, Dios le diera a conocer al profeta Jeremías lo mucho que aborrecía la esclavitud, y que, en el Nuevo Testamento, su Hijo Jesucristo, al comenzar su ministerio público, diera a conocer su declaración de misión en los siguientes términos: que Dios lo había enviado a este mundo a proclamar libertad a los cautivos y a poner en libertad a los oprimidos.3


1 José María Heredia, «En la abolición del comercio de negros», José María Heredia: Obra poética, Edición crítica de Ángel Augier (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1993), pp. 316‑17.
2 Ibíd., pp. 1‑10; véase también Jorge Castellanos e Isabel Castellanos, Cultura afrocubana, Tomo 1, Cap. 4, «El abolicionismo: 1800-1844» (Miami: Ediciones Universal, 1988), pp. 181-235.
3 Gn 1:26‑27; Jer 34:12‑17; Lc 4:18; Gá 3:28
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