«El olor de la muerte»

9 sep 2008

Las puertas de la sala de emergencia se abrieron. Los enfermeros apresuraron la entrada de la camilla. Traían a Gloria Ramírez, de treinta y un años de edad, con fallo cardíaco. El médico de turno y cinco ayudantes la atendieron. Pero no bien abrieron una de sus venas para sacar sangre, vapores tóxicos invadieron el cuarto. La doctora Julie Gorchynski se demayó, y otras cinco enfermeras sufrieron graves intoxicaciones.

El hospital Central de Riverside, California, inició una investigación minuciosa del asunto y la conclusión a la que llegaron sobre los misteriosos vapores fue la siguiente: «Simplemente se trataba del olor de la muerte.»

No se conoce otro caso como este en los anales de la medicina. De la sangre de una mujer joven brotaron vapores sulfurosos y amoniacales con un olor tan horrible que los científicos de la Universidad de California no encontraron otra manera de describirlo más que con decir: «Se trataba del olor de la muerte.»

Interesante esa frase: «olor de la muerte». ¿Acaso no se encuentra el olor de la muerte también en otros lugares?

El olor de la muerte está en cada paquete de drogas que se pasan de contrabando. Porque la droga es la muerte de cuerpo, mente y conciencia.

El olor de la muerte está en cada casino y en cada sala de juego que abre sus puertas. Porque el juego de azar es la ruina moral y económica de millones.

El olor de la muerte está en cada expendio de licor que recibe a sus clientes con estantes llenos de botellas. Porque dentro de cada botella está el veneno alcohólico que destruye a individuos, familias y sociedades.

El olor de la muerte campea en cada matrimonio que descuida sus votos y comienza a emplear palabras como «separación» y «divorcio». Estas lanzan, entre esposo y esposa, el resentimiento, el odio, el despecho y la venganza, que destruyen la unión más importante de la raza humana: el matrimonio.

El olor de la muerte brota violento en cada aborto, porque se mata a un ser viviente en el vientre materno que hasta ese momento le ha dado la vida que tiene.

De cada actividad humana que se desarrolla sin el temor de Dios brota el olor de la muerte, porque todo lo que se hace ignorando las normas divinas, produce muerte. Sólo Jesucristo puede dar la vida que contrarresta la muerte. Sólo Cristo puede regenerar, salvar y reformar por completo al hombre y a la sociedad. Sólo Él es vida. Todo lo contrario a Él, es muerte.

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