La fiebre que Carlos J. Finlay contribuyó a propagar

2 dic 2025

(Víspera del Día de la Medicina Latinoamericana — Natalicio de Carlos J. Finlay)

«Si bien por un lado [Carlos J.] Finlay contribuyó a combatir una fiebre, la amarilla, por el otro dejó un granito de arena para que fuera surgiendo un fenómeno que con el tiempo se convirtió en una fiebre diferente, totalmente buena y que todavía hoy se mantiene en el interior de muchos de los cubanos...»

Así concluye el reconocido periodista cubano Yasel Porto su artículo titulado «El día que Carlos J. Finlay defendió al béisbol», publicado en la Revista Alma Mater en junio de 2020, que comienza con la siguiente declaración: «Ningún cubano, ni siquiera los menos cultos, ignoran la trascendencia como científico y galeno del camagüeyano Carlos Juan Finlay. La más conocida de sus acciones fue el descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, lo que permitió combatir con éxito a nivel mundial esta terrible enfermedad. Pero muy pocos conocen que fue uno de los médicos más seguidores del béisbol en el siglo XIX».1

En 1879, luego de que la revista Propaganda Científica alegara que el juego de pelota era una actividad perjudicial para la salud en países cálidos como Cuba —a diferencia de países fríos como Estados Unidos, de donde había sido importado—, el respetado doctor lo rebatió en La Gaceta Médica de La Habana como una «infundada crítica» del béisbol que «tanto entusiasmo ha despertado entre la juventud habanera». En aquel artículo titulado «Utilidad de los ejercicios corporales en los climas cálidos y su conveniencia para fomentar el desarrollo físico de nuestra juventud», Finlay se atrevió incluso a calificar como ejemplares a los que se dedican a las labores manuales.

  «En prueba de que el ejercicio corporal, aún en los días de calor, al sol y a la intemperie, lejos de ser perjudicial, favorece el desarrollo físico y robustece al habitante de estos climas, solo haré observar —afirmó Finlay— que los hombres más sanos, más robustos y más activos entre nosotros son nuestros guajiros, los trabajadores del campo, los cargadores del muelle, los carretoneros, etc., y por lo contrario, los tipos menos desarrollados se encuentran en los talleres de industrias sedentarias, que privan a sus operarios del ejercicio muscular tan necesario a este clima.»2

De ahí que Finlay sentenciara: «Los ejercicios corporales en los climas cálidos, especialmente el béisbol, son útiles siempre que se les ajuste a los preceptos de la higiene», y que concluyera con contundencia: «Que se siga jugando a la pelota, que ello contribuirá sólo a hacer mejor al cuerpo humano y también su mente».3

Su acreditado biógrafo, el historiador médico cubano José López Sánchez, da a conocer además que Finlay «leía la Biblia»; que «él era un hombre de fe», y que «su religión lo ataba al principio de las defensas de sus creencias».4 Así como Finlay tenía la fama de estar siempre preparado para responder a todo el que le pidiera razón de sus creencias bien formuladas, quiera Dios que también nosotros, tal como nos anima San Pedro, lo estemos para dar razón de la esperanza de vida eterna que tenemos en su Hijo Jesucristo.5


1 Yasel Porto, «El día que Carlos J. Finlay defendió al béisbol», Revista Alma Mater, 16 julio 2020 <https://medium.com/revista-alma-mater/ el-d%C3%ADa-que-carlos-j-finlay-defendi%C3%B3-al-b%C3%A9isbol-b1f1c014d7da> En línea 23 junio 2025.
2 José López Sánchez, Finlay: el hombre y la verdad científica, Instituto Cubano del Libro (La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1986, 2007, 2024), Edición Kindle, pp. 222-24.
3 Yasel Porto
4 José López Sánchez, pp. 226,259.
5 1P 3:15; véanse 1P 1:3-5; Jn 3:16; Ro 8:23-25; 1Co 15:19-58; Tit 2:13
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