«Amor de madre»

9 may 2024

En la portada de la obra Hojas secas de Amelia Denis de Icaza aparecen estos versos personales de la querida poetisa, llamada «la alondra panameña»:

Dichosa la que es madre y a quien ha dado el cielo
en ese amor supremo sagrada bendición.
Yo tengo con mis nietas mi terrenal consuelo,
y a nada más aspira mi enfermo corazón.1

Una de sus más emotivas poesías de aquella antología, que compuso en Panamá en 1879, describe ese amor en los siguientes versos con todo lujo de detalles:

¡Amor de madre! El universo entero
se siente con tu aliento embalsamado,
único amor sin mancha y verdadero,
sin porvenir, presente ni pasado.

Amor que nada pide, nada espera,
que de sí mismo satisfecho vive,
que la infeliz impúdica ramera
como sagrada redención recibe.

Amor de madre en la modesta choza,
en la humilde casita del obrero,
del rico en la mirada voluptuosa,
amor, amor del universo entero.

Ama la madre [al] hijo cuando siente
que su seno de un ser está animado.
Lo idealiza, lo sueña, lo presiente,
mientras llega el instante tan deseado.

Nace, y al contemplarlo temblorosa,
en la embriaguez de su pasión inmensa,
lo abraza, lo contempla, lo reboza,
loca lo adora y en amarlo piensa.

Las noches pasa en inquietud constante,
olvidando su propio sufrimiento,
lo mueve, lo acaricia palpitante,
y se inquieta al más leve movimiento.

Pasan los años, y el hermoso niño
crece, arrullado por su amor de madre,
y le forma un edén con su cariño,
y más le adora si le falta padre.

Si sola tiene que velar su suerte,
¡con qué empeño tan tierno lo ha criado!
Se juzga grande, se contempla fuerte,
y olvida su dolor y su pasado.

Con frente erguida en su morada pobre
a Dios le dice de esperanza llena:
«Señor, Señor, que tu bondad le sobre:
para él la dicha, para mí la pena.»

Si el niño ingrato el abnegado empeño
de la madre infeliz olvida un día,
ella, intranquila, velará su sueño,
a Dios alzando su plegaria pía.

¡Y siempre lo amará!... Bendito sea
el amor de una madre, sin segundo
sentimiento del alma, que campea
con todos los amores en el mundo.
. . . . . . . . . .
Amor de madre, religioso y santo,
sol que alumbra mi espíritu abatido,
por ti secóse mi ardoroso llanto,
y la tierra en Edén se ha convertido.

¡Con mis hijos la vida es tan hermosa!...
Quiero vivir para gozar con ellos,
velar por su existencia, cuidadosa,
y trenzar sonriendo sus cabellos,

besar sus ojos, que mi ser reflejan,
a mi pecho estrecharlos conmovida,
llamarlos en la noche si se quejan,
y que me llamen madre: ¡esta es la vida!

¡Gracias! ¡gracias! Señor Omnipotente,
¡gracias porque me diste ese tesoro!
¡También mis hijos doblarán su frente
para adorarte como yo te adoro!2


1 Amelia Denis de Icaza, «Al lector» y Portada, Hojas secas (León, Nicaragua: Talleres Gráficos Robelo, 1927), pp. 22-26 <https://books.google.com/books?id=hIYSAAAAYAAJ&dq> En línea 25 noviembre 2023.
2 Ibíd., «Amor de madre».
Este Mensaje me ayudó Envíenme información Deseo una relación con Cristo