
(Víspera del Día Nacional del Gaucho en Argentina)
Al final del capítulo XXIII de la obra épica del escritor argentino Ricardo Güiraldes titulada Don Segundo Sombra, luego de que un forastero incitó al joven Antenor a una pelea que dio como resultado la muerte del forastero por una puñalada, «un paisano repetía furioso:
»—Porquería...; nos alabamos de ser cristianos y a lo último somos como perros...; sí, como perros.
»Otro, más tranquilo y pensativo, alegaba:
»—Nos mata el orgullo, amigo. Cuando un hombre nos insulta... nuestro orgullo... nos hace querer hablar mah’alto, y una palabra trai otra y al fin no queda más que el cuchillo.
»—... Sí, señor; como perros somos y muy conformes estamos por llamarnos cristianos...
»—Yo —dijo mi padrino [don Segundo Sombra]— he tenido más de muchas de estas diferencias con hombres que eran o se craiban malos, y nunca me han cortao..., ni tampoco he muerto a nadie, porque no he hallao necesidá....
»Largas cavilaciones me atrajo el hecho brutal que había presenciado —sigue narrando el protagonista Fabio Cáceres al comienzo del siguiente capítulo—. Que un hombre tranquilo y alegre como Antenor se hubiera visto obligado primero a pelear, después a matar, me resultaba algo en verdad asustador.... ¿Un encuentro inesperado puede presentarse, así, en forma de destino, para desbaratarlo a uno...? ...
»Revisaba mi vida, la de mi padrino, la de cuanta gente conocía. Sólo don Segundo me daba la impresión de escapar a esa ley fatal, que nos cacheteaba a antojo, haciéndonos bailar al compás de su voluntad....
»¡Suerte! ¡Suerte! ¡No hay más que mirarte en la cara y aceptarte linda o fea, como se te dé la gana venir!
»... Dejarse ablandar por una pasajera amargura... expone [al resero a]... la muerte. Una medida grande de fe le es necesaria, en cada momento, y tiene que sacarla de adentro, cueste lo que cueste, porque la pampa es un callejón sin salida para el flojo....
»¿Por qué, si no por una absoluta confianza, era tan tranquilo mi padrino en las peores emergencias? Sin inmutarse, por darla de antemano toda perdida, sonreía con razón ante las dificultades.
»“Del suelo no voy a pasar”, suele decir el domador, respondiendo a las bromas de los que pronostican un golpe, entendiendo con ello que a todo hay un límite y que, al fin y al cabo, el poder está en no asustarse ante él. “De la muerte no voy a pasar”, parecía ser el pensamiento de mi padrino, “y la muerte ni me asusta ni me encuentra arisco”.
»Cuando todos estaban de ida hacia la muerte, él venía de vuelta.»1
Si bien muchos de los que «nos alabamos de ser cristianos» no «somos a lo último como perros», según lo juzga aquel paisano creado por Ricardo Güiraldes, muchos sí tememos a la muerte, a diferencia de don Segundo Sombra. Pero gracias a Dios, aunque no podemos escapar de ese callejón mortal, sí podemos salir de él victoriosos si ponemos nuestra fe con absoluta confianza en su Hijo Jesucristo, quien venció la muerte con el fin de darnos vida plena y vida eterna.2
1 | Ricardo Güiraldes, Don Segundo Sombra, prosas y poemas (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1983), pp. 280-81 <https://www.clacso.org.ar/biblioteca_ayacucho/detalle.php?id_libro=1788> En línea 22 julio 2023. |
2 | Jn 3:16; 10:10; 1Co 15:1-56; Heb 9:27-28; 12:2-3 |