Una «egregia poetisa y educadora»

5 oct 2022

(Día Mundial de los Docentes)

En 1950, celebrado en la República Dominicana como el Año de la Mujer, la Secretaría de Educación, Bellas Artes y Cultos auspició la reedición de las Poesías completas de Salomé Ureña de Henríquez. «Con la publicación de esta obra... — escribió Manuel E. Suncar Chevalier en el prólogo llamado «Advertencia»— la Secretaría... conmemora adecuadamente el centenario del natalicio de la egregia poetisa y educadora dominicana... como testimonio de sus constructivos empeños de rendir justiciero tributo de admiración y reconocimiento a nuestros grandes valores.... Se incluyen en el Apéndice de esta edición los dos discursos pronunciados por Salomé Ureña de Henríquez con motivo de la investidura del segundo y tercer grupo de maestras que se formaron en el Instituto de Señoritas sostenido por ella durante doce años.»

Estas son algunas de las «Palabras» que pronunció doña Salomé en calidad de directora en la última investidura de alumnas suyas en aquella Escuela Normal de Santo Domingo en diciembre de 1893:

 «Henos aquí por la tercera vez consagrando... nuevas sacerdotisas para el apostolado de la enseñanza. Ya nos parecen comunes estas fiestas del espíritu, y ayer no más estaba vedada a la mujer en nuestro país toda aspiración fuera de los límites del hogar y [de] la familia....

»La razón de la niña, la razón de la mujer, la razón de la madre, ¿palpará las tinieblas cuando su compañero vive en plena luz? ¡Cuánta injusticia! ¡Qué desequilibrio en ese hogar donde el niño puede dar lecciones a la madre! ¡Imposible! ... Preparemos también a esa mitad importantísima de la humanidad, mentores y guías que desenvuelvan su razón y la capaciten para dirigir y alentar a los tiernos seres que la naturaleza le confía y que la amarán entonces con doble amor y veneración. Preparémosla para coadyuvar inteligentemente a la reforma social que se inicia con el desarrollo de la conciencia.

»¿Pero dónde? ¿[Y] cómo? He aquí el problema que hace doce años quise resolver, y al cual he sacrificado mi reposo y no escasa parte de mi salud....

»... Cuando llamamos [humildemente] en demanda de igual derecho para la mujer... las puertas de la [Escuela] Normal se abrieron con alborozo, y entramos entre aplausos de júbilo a ungir también, para el magisterio de las nuevas ideas, las frentes femeniles.... Ya no parece extraña nuestra presencia, ni atrevido nuestro arrojo....

»Pláceme ver que [mi trabajosa labor] no ha sido infructuosa, ya que... por voto unánime... el Instituto de Señoritas [ha sido] elevado, por decreto, a la categoría de Escuela Normal para Maestras, y ya que las profesoras tituladas... se ven solicitadas con empeño...»1

Gracias a Dios, sólo nos queda decir que si los hombres hubieran tomado a pecho las palabras del apóstol Pablo escritas hacía más de mil ochocientos años de que, unidos a Jesucristo, todos somos iguales —tanto mujeres como hombres—,1 aquella apóstol de la educación dominicana no habría tenido que esforzarse a tal grado para que se hiciera justicia.


1 Salomé Ureña de Henríquez, Poesías completas (Ciudad Trujillo [Santo Domingo]: Impresora Dominicana, 1950), pp. 7,8 <https://minerva.usc.es/bitstream/10347/12088/1/AR.735.pdf> y <https://issuu.com/librosdominicanosenpdf/docs/salom__ure_a_de_henr_quez_-_poes_as> En línea 30 abril 2022.
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