El destino de ocho conejo

30 nov 2022

«Ocho Conejo escuchaba el rítmico sonar de los tambores.... Desde las primeras horas de la mañana... se había purificado en las aguas de un río cercano a El Tajín.... [Ahora] sus dos servidores se afanaban por vestirlo...: había que concluir con el honroso trabajo de ataviar a este afamado jugador de pelota....

»Los jugadores habían de ser ágiles, poseer una mirada de jaguar y la destreza de los monos, ya que saltaban para enfrentar la pelota con su cadera, dando el golpe en el lugar preciso, donde se localizan los huesos más fuertes de la cintura; si la pelota pegaba en los muslos, provocaba brutales moretones, incluso podía romper los huesos de la pierna, o peor aún, si golpeaba en las cercanías del estómago o el hígado, podía hacer estallar las vísceras del jugador.... Por todo ello los jugadores debían proteger sus órganos más delicados con gruesos cinturones, rellenos de tela y cubiertos de piel, que amortiguaban el peligroso impacto de la pelota. El cuidado de los antebrazos se lograba con bandas hechas también de algodón y de cuero, mientras que las manos[, los talones y las rodillas] se envolvían con tiras de piel de venado, muy curtidas....

»... Finalmente... el jugador estaba listo para afrontar su destino....

»Para esta ocasión asistieron ocho jugadores.... Los caracoles sonaron y todo el mundo puso atención en el sacerdote principal, que llevaba en sus manos la sagrada pelota de hule [es decir, de caucho].

»La música cesó y se hizo un mágico silencio. Ocho Conejo fue el primero en dar el golpe con su cadera, iniciando así el rítmico y violento transcurrir del juego....

»El equipo de Ocho Conejo empezó a dar muestras de cansancio... Ocho Conejo saltó para recibir la pelota que desde atrás había lanzado el más ágil jugador del equipo contrario y, al golpear la pelota, ésta tomó otra dirección, provocando en el público un grito lastimero. De inmediato, los sacerdotes ordenaron que el juego terminara. Habían observado con terror que la pelota marcaba el fatal designio.

»... El sacerdote principal indicó al líder del equipo contrario que sujetara por los brazos a Ocho Conejo... en la piedra sagrada....  [Sujetando] el cuchillo de sílex con la mano derecha mientras... con la izquierda sujetaba [la] cabellera [de la víctima], enterró de un golpe el navajón en el punto preciso, donde está la vena que nutre de sangre el cuerpo.... Posteriormente, de manera muy ágil, [cortó] por el frente y [desprendió] la cabeza de la columna vertebral. La sangre brotaba incontenible, mostrando al pueblo que así llegaría la lluvia que tanto esperaban. La cabeza fue levantada en alto, y algunas gotas de sangre cayeron sobre la pelota.»1

Así como en este relato prehispánico de la cultura totonaca de México, Ocho Conejo no se resistió a que lo sujetaran a una gran piedra en la que derramaría su sangre para salvar a su pueblo de una posible sequía física, tampoco Jesucristo, el Hijo de Dios, se resistió a que lo clavaran a una cruz en la que derramaría su sangre para salvar a su pueblo de una segura sequía espiritual. Pero conste que Cristo no se sacrificó sólo para salvar temporalmente a su pueblo judío, sino para salvar eternamente a todo el que en Él cree.


1 Felipe Solís y Anatole Pohorilenko, Pasajes de la historia, Tomo 1, Fascículo 5, «Los señoríos de la costa del Golfo: El culto ritual del juego de pelota» (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes [CONACULTA] y Editorial México Desconocido, México, 2000), pp. 60‑67.
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