Encuentro con ballenas y peces voladores

26 ene 2021

(Día Internacional del Pescador)

Era el año 1955, y la Segunda Guerra Mundial había dejado a Alemania sin barcos. Por eso Walter Stengel, que era marino mercante, se quedó sin trabajo. Pero logró sobreponerse a esa crisis mediante el estudio de Derecho y un empleo como procurador en una empresa de abogados que representaban a una pesquera con intereses en Chile. Como Walter conocía las costas de Chile por haber sido capitán de un buque ballenero del magnate griego Aristóteles Onassis, le ofrecieron hacerse cargo de la Pesquera Quiriquina en el puerto de Talcahuano, y él decidió que era una oportunidad que tenía que aprovechar.

Durante el viaje transoceánico de ochenta y un días entre Alemania y Chile, la familia Stengel tuvo que pasar semanas enteras sin comunicarse con nadie, con sólo el mar de compañía. Pero todos tenían responsabilidades. A los tres hijos les tocaba ayudar en la cocina, limpiar la sal que se acumulaba a diario en la cubierta de madera del barco, y hacer otras tareas propias de un marinero. Por ejemplo, todos los días Jan, el hijo menor que tenía sólo siete años, manejaba durante una hora el timón en la dirección que su padre le señalaba según la posición del sol y la hora. Es que en 1955 las naves no contaban con instrumentos tecnológicos como el GPS.

Un día se vieron rodeados de un grupo de ballenas, algunas más grandes que el barco. Los tres hermanos, muy felices, buscaron el palo de una escoba, le amarraron un clavo, y se lo lanzaron a una de las ballenas como si fuera un arpón, convencidos de que así podrían cazarla. La ballena ni siquiera reaccionó, pero su papá sí se asustó mucho pensando en el daño grave que cualquier golpe podía causarle a la embarcación. Gracias a Dios, las ballenas se dispersaron y no pasó nada.

Luego de cruzar el trópico, pasaron cinco días sin salir a cubierta a causa de peces voladores que podían herirlos al chocar contra ellos. Cuando al fin pudieron salir, recogieron varios peces, y su mamá los cocinó.

Con la guía de un mapa y de las estrellas, llegaron a Chile en la Nochebuena, y una semana después atracaron en Valparaíso, donde los fuegos artificiales de las festividades de Año Nuevo que, si bien asustaron a los niños, les dieron, a la vez, la bienvenida.

Con el paso del tiempo, los Stengel —primero Walter, y después sus hijos Klaus, Frank y Jan— llegaron a ser de los empresarios pesqueros de mayor influencia en el país. El éxito que alcanzaron lo atribuyó Jan a que enfrentaron las crisis económicas siempre buscando la oportunidad dentro de la crisis, y a que no pusieron todos los huevos en la misma canasta.1

Esos dos principios pueden ayudarnos a triunfar también a nosotros si los ponemos en práctica. En lugar de darnos por vencidos, busquemos las oportunidades que acompañan las crisis. Y determinemos que la única canasta en que pondremos todos los huevos será la canasta que es nuestra familia, en la que siempre nos convendrá invertir. Pues, como dijo el sabio Salomón: «Los hijos que tenemos son un regalo de Dios.... son nuestra recompensa.... Hacen que nos sintamos seguros, como guerreros bien armados.»2


1 Víctor Bascur A., «Pesca milagrosa», Tell Magazine, Entrevistas: Jan Stengel, empresario, abril 2011 <http://old.tell.cl/magazine/766/concepcion/ abril/2011/entrevistas/pesca-milagrosa.html> En línea 8 agosto 2020; «La exitosa pesca de la familia Stengel», Revista Aqua, 10 octubre 2006 <https://www.aqua.cl/2006/10/10/ la-exitosa-pesca-de-la-familia-stengel> En línea 8 agosto 2020.
2 Sal 127:3-4 (TLA)
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