Un cuento para Margarita

1 jun 2020

(Día de la Niñez en Nicaragua)

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.
* * *
Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?»

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.»

Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.»

Y dice ella: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.»

Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.»

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí.»

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
* * *
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.1

Con el título original de «Cielo y mar. Poema. (A Margarita Debayle)», estos versos constituyen uno de los poemas más conocidos y populares de la lengua española. Con razón que para la niña Margarita, su encuentro con Rubén Darío en su patria en 1908, allá en la pequeña isla del Cardón, que resultó en aquella creación del célebre poeta nicaragüense, fuera el acontecimiento más grato de su vida. Y con razón que la joven maestra Lucila Godoy (Gabriela Mistral) y sus discípulas, allá en el norte de Chile, recitaran con tanto agrado aquel «Cuento a Margarita».2 Y gracias a Dios, el «Buen Jesús» sonriente, allá en la corte celestial, no ha dejado de acoger a todos los niños del mundo.3


1 Rubén Darío, Poesía, 2a ed. (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1985), pp.374‑76.
2 Jorge Eduardo Arellano, «“A Margarita Debayle”: en los 100 años de un apólogo memorable», Anales de Literatura Hispanoamericana, 2008, Vol. 37, pp. 135‑142 <http://revistas.ucm.es/fll/02104547/articulos/ALHI0808110135A.PDF> En línea 28 agosto 2010.
3 Mt 18:1-6; Mr 9:36-37; 10:13-16
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