«El matrimonio es cosa seria»

7 feb 2020

«Adriana Moreno era hondureña de nacimiento. Sus padres eran hondureños también, pero que por caprichos de la suerte tuvieron que abandonar su patria y trasladarse a la vecina República de Guatemala, llevando a su hija....

»Poco tiempo después de haber llegado a Guatemala, los padres de Adriana murieron, y la joven quedó confiada [al cuidado del] padre de Julio, que hacía pocos años había dejado a Honduras para ir en busca de fortuna a la misma República....

»Un día, estando Adriana sola en el salón de la casa..., entró Julio y fue a sentarse en un sofá al lado de ella.

»—Vive Dios, [Adriana], que siempre estás deslumbradora —le dijo.

»—Y tú siempre galante....

»Julio la contemplaba en silencio, y aún se atrevió a tomar en las suyas la perfumada mano de la señorita Moreno, mano que la joven ni pensó en retirar....

»... Su amada... en aquel momento parecía ser la realización de un dulce sueño de amor: bella hasta el idealismo, casta y pura como la sonrisa de un ángel. Y Julio la miraba, y oprimía más y más la mano de [Adriana], hasta que [ella], como saliendo del arrobamiento en que estaba y volviendo a la realidad, la retiró bruscamente.

»Julio la miró asombrado. “¿Qué es esto?”, se dijo.

»Pues no, no era nada; capricho de mujer que quiere. Alguna justicia deben tener los hombres al decir que el corazón de la mujer es una cosa inexplicable. La mujer quiere, pero al mismo tiempo que daría su vida por el hombre al que ama, tiene no sé qué placer secreto en hacerlo padecer, siempre que en ello halla una nueva prueba de amor....

... Juega con el hombre... como el gato con el ratón; ya lo [agarra], ya lo suelta, y por último, si el ratón no anda listo, concluye... por atraparlo de veras....

»Julio... se quedó asombrado del repentino cambio de la joven, e inclinándose hacia ella, le dijo:

»—Adriana,... eres... la reina de mi corazón... a quien adoro.

»Y había vuelto a acercarse a la joven, y su rostro casi la acariciaba.

»—Te amo, Adriana —murmuró con el acento de la pasión más vehemente—.... ¿Me amas, Adriana?....

»Húmedos, llenos de amor, los ojos de la señorita Moreno se fijaron en los de Julio, prometiéndole un mundo de felicidad.

»—¿Pero consientes en ser mi esposa? ¿Me amas?....

»—Sí.

»—¡Oh, qué feliz me haces, mi adorada, mi prometida! —dijo Julio....

»Doce días después... celebrose el matrimonio de Adriana con Julio....»1

Así concluye la historia del romance entre Adriana y Julio en la obra titulada Adriana y Margarita, con la que la talentosa novelista hondureña Lucila Gamero de Medina se inicia en las letras. Reconocida como la primera novela hondureña, fue publicada en 1897, cuando Lucila Gamero Moncada tenía apenas dieciocho años. Ya a esa temprana edad, parece haber estado convencida de la verdad expresada en el proverbio del sabio Salomón que dice: «Quien halla esposa halla la felicidad.»2 De ahí que la joven Lucila se despidiera de sus lectores con el siguiente consejo:

«Vosotros tenéis el mundo donde escoger, y culpa vuestra será si no sabéis encontrar una Adriana.... Pero yo os digo: Tened mucho cuidado; escoged bien. Ved que el matrimonio es cosa seria....»3


1 Lucila Gamero Moncada (de Medina), Adriana y Margarita (Tegucigalpa, Honduras: Editorial Universitaria [UNAH], 2007), pp. 102‑17.
2 Pr 18:22
3 Gamero Moncada (de Medina), p. 118-19.
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