La lección de la tragedia de los Andes

21 dic 2020

(Víspera del Aniversario del Rescate de los Sobrevivientes de los Andes)

El viernes 13 de octubre de 1972 el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, vuelo 571, se estrelló en la Cordillera de los Andes. Llevaba al equipo de rugby Old Christians de Montevideo, alumnos del colegio Stella Maris, y sus acompañantes, cuarenta pasajeros y cinco tripulantes en total, que se dirigían a Santiago de Chile para jugar un partido amistoso contra el equipo local Old Boys. Sólo dieciséis sobrevivieron. El 12 de diciembre, dos meses después del accidente, convencidos de que su única esperanza era ir en busca de ayuda, Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín emprendieron una agónica travesía de los Andes a más de cuatro mil metros de altura. Milagrosamente, sus esfuerzos se vieron recompensados, y por fin fueron rescatados.

Los editores del libro de Nando Parrado, titulado Milagro en los Andes: Mis 72 días en la montaña y mi largo regreso a casa, lo resumen de la siguiente manera: Nando «estuvo tres días inconsciente antes de despertarse y descubrir que... muchos de sus compañeros habían muerto o estaban agonizando, entre ellos su propia madre y su hermana. Los sobrevivientes se hallaban desamparados en un desierto glaciar sin alimentos y sin poder pedir ayuda. Lucharon para soportar gélidas temperaturas, aludes mortales y, más tarde, la devastadora noticia de que se había suspendido su búsqueda. A medida que pasaba el tiempo, Nando empezó a pensar cada vez más en su padre, pues sabía que debía de estar consumido por el dolor. Así que decidió regresar a casa o morir en el intento.»1

No es de extrañarse, entonces, que en el epílogo del libro Nando mismo escribiera lo siguiente: «Los sobrevivientes de la tragedia de los Andes nos reunimos cada año con nuestras familias el 22 de diciembre para conmemorar el día en que nos rescataron de la montaña. Celebramos esta fecha como si fuera nuestro cumpleaños conjunto, porque ese día todos volvimos a nacer.... Tal vez un extraño no note el cariño especial con el que mis amigos abrazan a sus mujeres o la ternura con la que acarician a sus hijos, pero yo sí, porque al igual que ellos, yo sé que todos esos detalles son maravillosos.»2

Más adelante Nando relata cómo es que contó su experiencia por primera vez en público: «Les guié por... el desgarrador dolor que sentí cuando murió [mi hermana] Susy, el terror que sentimos cuando escuchamos que la búsqueda se había suspendido y el horror de masticar la carne de nuestros amigos que habían muerto.... la noche del alud y los amargos días que lo siguieron... la expedición que estábamos seguros de que nos conduciría hacia la muerte.... [y] la verdadera enseñanza de la tragedia: lo que nos salvó no fue... nada más que el amor, el amor que sentíamos el uno por el otro, el amor por nuestras familias.... [pues] lo único crucial en esta vida es la oportunidad de amar y ser amado.»3

Más vale que cada uno tomemos a pecho esta lección. Amémonos los unos a los otros, tal como nos enseñó y dio ejemplo Jesucristo mismo.4 Pues, como dijo San Pablo, si bien hay tres virtudes que permanecen —la fe, la esperanza y el amor—, «la más excelente de ellas es el amor».5


1 Nando Parrado, Milagro en los Andes: Mis 72 días en la montaña y mi largo regreso a casa (Barcelona: Editorial Planeta, 2006), contraportada.
2 Ibíd., p. 267.
3 Ibíd., pp. 280-81.
4 Jn 13:34-35
5 1Co 13:13
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