La partida del buque Winnipeg

17 dic 2020

(Víspera del Día Internacional del Migrante)

«... El poeta Pablo Neruda, por encargo de su gobierno, estaba acondicionando un barco llamado Winnipeg para llevar exiliados a su país....

»[El día] 4 de agosto de 1939, en Burdeos [Francia], quedaría para siempre en la memoria de... dos mil y tantos españoles que partían a ese país larguirucho de América del Sur... del que nada sabían.... En el mapa Chile era delgado y remoto.

»La plaza de Burdeos hervía de gente.... Iban llegando trenes, camiones y otros vehículos llenos de gente, la mayoría salidos directamente de los campos de concentración, hambrienta, débil, sin haber tenido oportunidad de [bañarse]. Como los hombres habían permanecido separados durante meses de las mujeres y los niños, los encuentros entre parejas y familias eran un delirio de drama y emoción. Se descolgaban de las ventanillas, se llamaban a gritos, se reconocían y se abrazaban llorando. Un padre que creía muerto a su hijo en el Ebro, dos hermanos que nada sabían el uno del otro desde el frente de Madrid, un curtido soldado que descubría a su mujer y a sus hijos, a quienes no esperaba volver a ver....

»Pablo Neruda... dirigía las maniobras de identificación, sanidad y selección.... La autorización quedaba lista con su firma en tinta verde y un timbre del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles.... Voluntarios caritativos repartían una merienda y útiles de aseo a cada persona. Los 350 niños recibieron un ajuar completo....

»Era el día de la partida y todavía al poeta le faltaba bastante dinero para pagar aquel traslado masivo.... Entonces, inesperadamente, se presentaron en el muelle un pequeño grupo de personas muy formales dispuestas a pagar la mitad de cada pasaje.... En el grupo estaban los cuáqueros.... Venían en nombre de su comunidad a cumplir con el deber, que se habían impuesto desde sus orígenes en el siglo XVII, de servir a la humanidad y promover la paz....

»... Terminaron de subir los afortunados pasajeros; en tierra quedaron cientos de refugiados que no tuvieron cabida. Al anochecer, el Winnipeg levó anclas. En la cubierta unos lloraban en silencio.... Tal vez presentían que no volverían nunca a su tierra. Desde el muelle, Pablo Neruda los despidió agitando un pañuelo hasta que se perdieron de vista.... Años más tarde escribiría: «Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.»1

Así narra el conmovedor embarque de aquellos refugiados españoles la escritora chilena Isabel Allende en su novela histórica titulada Largo pétalo de mar. Ella misma se vio obligada a emigrar de su Chile natal. De ahí que se identifique plenamente con los exiliados, y que en una entrevista acerca del libro haya comentado: «Cuando eres un refugiado, pierdes tu nación, tu tribu, y tienes que crear una nueva comunidad. Sin la ayuda de otras personas, es imposible lograrlo.»2

Quiera Dios que, así como el poeta Neruda, los voluntarios caritativos y los cuáqueros cumplieron con el deber de servir a la humanidad en aquella ocasión, también nosotros determinemos hacerlo siempre que se presente la oportunidad, siguiendo así el ejemplo de su Hijo Jesucristo, quien dijo que no vino al mundo para que le sirvieran, «sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos».3


1 Isabel Allende, Largo pétalo de mar (Nueva York: Vintage Español, 2019), pp. 135-143.
2 Coco Campbell, «En su nueva novela, Isabel Allende da vida a la historia de los refugiados», ACNUR (La Agencia de la ONU para los Refugiados), Londres, 5 marzo 2020 <https://www.acnur.org/noticias/historia/2020/3/5e60051f4/ en-su-nueva-novela-isabel-allende-da-vida-a-la-historia-de-los-refugiados.html> En línea 22 marzo 2020.
3 Mt 20:28; Mr 10:45
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