«El vengador de los inocentes»

19 nov 2019

(Víspera del Día Internacional de los Derechos del Niño)

«La pobre joven estaba encinta....

»—Hija —[le] dijo [su padre], turbada la voz.

»Volvióse ésta con ojos espantados [debido a] la faz contraída... de su padre.

»—Sabe, hija, y no te apenes, ... aquel... malvado... tu seductor... ha huido, embarcándose ayer —concluyó [el padre], entre rugidos....

»La joven miró al cielo, brotaron lágrimas reprimidas de sus ojos, y volvió a bajar la cabeza.

»—Sea como Dios quiera —murmuró....

»El hombre apretó los puños... y continuó:

»—Ese miserable se ha burlado de ti; está bien: la justicia algún día se encargará de arreglarle las cuentas... Yo haré lo que me competa. Solamente espero que seas fuerte, y me ayudes a encubrir nuestra honra....

»La joven se dominó; trató de serenarse, y quiso ser más fuerte que su desgracia....

»Corría el año de 1823 ó 1824.... Frente al templo [de Nuestra Señora de las Mercedes] vivía en una pobre casa... una mujer del pueblo, comadrona... conocida bajo el nombre de Señá Petronila la partera....

»Aconteció que una noche, entre doce y una, fuertes golpes resonaron... a la puerta.... La Señá Petronila se levantó apresuradamente....

»—Abra usted, Ña Petronila, que la vengo a solicitar para una señora.

»La comadrona... abrió y se puso a disposición del desconocido..., [quien la vendó] para que ignorase a donde la conducía....

»Señá Petronila y su misterioso acompañante... llegaron al fin... [al patio de] la casa indicada... desde [donde] se dominaba el río... Ozama....

»Allí, a la luz de las estrellas, [la partera] vio... a su parturienta: era una mujer completamente embozada.

»—Ahí tiene usted a esa señora —díjole el desconocido [a su hija, la joven parturienta], con tono seco e imperiosa voz—: cumpla usted con su deber....

»Pasado un buen rato [en] fúnebre silencio..., quedó cumplido el delicado y penoso encargo, y tan feliz alumbramiento dio ánimo a la pobre Señá Petronila....

»[Tomó] a la criaturita, que lloraba débilmente, y la [entregó] sonriendo a aquel hombre, esperando que esto fuese de su agrado, y... ¡el monstruo [arrebató] al recién nacido por los pies y... sin proferir una sílaba, sin mirarlo, [lo arrojó] al río!

»El niño exhaló en el aire un gemido al caer, y las olas se abrieron con estruendo, tornando a cerrarse sobre la líquida tumba del inocente....

»El hombre sacó del gabán un largo bolsón de dinero que dejó en las manos de la Señá Petronila....

»—Oiga usted, buena mujer —le dijo en voz baja, sombría y amenazadora, mirándola con... ojos feroces—: cuidado con revelar nada de lo que ha visto. Yo la alcanzaré dondequiera que usted se meta, y ¡ay de usted entonces!... ¡Vaya usted con Dios!»1

¡Con razón que a este cuento añejo, que escribió en 1889, el autor dominicano César Nicolás Penson le puso por título «Drama horrendo»! Lo que seguramente no comprende el despiadado padre y abuelo del cuento es que ese mismo Dios al que encomienda a la partera ha establecido que pecadores como él no escaparán de su pecado.2 «¡Ay de los que... cometen sus fechorías en la oscuridad, y piensan: “¿Quién nos ve?”!... —les advierte Dios, “el vengador de los inocentes”—.3 Muy pronto... todos los que no duermen para hacer el mal... y con engaños perjudican al indefenso... serán exterminados.»4


1 César Nicolás Penson, Cosas añejas (Santo Domingo: abc editorial, 2002), pp. 8-19.
2 Nm 32:23
3 Sal 9:12
4 Is 29:15,17,20,21
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