La astucia de una hechicera

23 jul 2019

Hace cuatro siglos había en la ciudad de Cartagena de Indias una hechicera llamada Assenet, oriunda de Luruaco, que afirmaba tener el poder de pronosticar el futuro valiéndose de signos celestiales. De los secretos que tenía fama de poseer, el único verdadero era que sacaba sus predicciones de horóscopos publicados en revistas españolas. La consultaban muchas señoras de la sociedad, incluso esposas de virreyes. Sin embargo, a pesar de que acudían a ella de manera clandestina, el Inquisidor Mayor se enteró de la existencia de la bruja y, debido a que consideraba que todas las cosas que ella predecía eran mentiras heréticas inspiradas por el sistema pagano de augurios basados en los planetas, ordenó que le quemaran el brazo derecho a modo de castigo.

Un día la bruja, cumpliendo el juramento que hizo de vengarse, mandó llamar con gran reserva a la esposa del Inquisidor con el pretexto de que tenía algo importante que anunciarle. Cuando la mujer, muerta de la curiosidad, fue a verla, Assenet le echó las cartas y le dijo:

—Tu esposo tiene una amante.

«Las cartas, justamente, eran de la amante del Inquisidor —aclara Daniel Samper Pizano en su obra titulada Lecciones de histeria de Colombia—. En ellas se leían frases de amor de una tal Betty.....

»La mujer regresó a casa preguntando a gritos: “¿Dónde está ese sinvergüenza?” —sigue narrando el ingenioso escritor colombiano—. Tan pronto como asomó el Inquisidor, lo levantó a cachetadas. Este juró que todo era mentira y ordenó que la bruja fuese quemada por mendaz.

»Esa misma tarde del 31 de octubre de 1648... en la Plaza de los Coches, Assenet fue conducida al pie de una pila de leña. Acusada formalmente de impía, sacrílega, de tener pactos con el diablo y, sobre todo, de mentirosa y embustera, la bruja se defendió así:

»—Soy inocente y digo verdad, pues tengo el poder de predecir acertadamente el futuro. Para demostraros que ello es así, vaticino aquí mismo que la Santa Inquisición hará que me quemen en una hoguera que arderá en esta plaza.

»Un rumor popular acogió sus palabras. El Inquisidor tragó saliva. Sabía que había quedado metido en un lío. Si ordenaba que quemaran a la bruja, se cumpliría el pronóstico de Assenet y, con ello, quedaría demostrado que la bruja decía verdad y había sido injusto quemarla. Pero si disponía que la liberasen, el pronóstico de la hechicera se volvería automáticamente mentira y, siéndolo, le tocaba a la Inquisición procesarla y quemarla.

»El Inquisidor pidió un breve receso para meditar la sentencia.... Cuando fue abolida la represiva institución, el Inquisidor aún no había llegado a una fórmula para salir del [dilema].»1

Si bien la astucia de aquella bruja le salvó la vida temporalmente, la única manera de que se salvara eternamente hubiera sido que dejara de practicar la brujería, que es una de las obras de la naturaleza pecaminosa, y que comenzara a dejar más bien que la guiara el Espíritu de Dios y no el del diablo. Pues Dios sí ha llegado a una fórmula, y su sentencia es que todo el que practique tales obras no formará parte de su reino.2


1 Daniel Samper Pizano, Lecciones de histeria de Colombia (Bogotá: El Áncora Editores, 1993), pp. 104-6.
2 Gá 5:19-21
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