«¿Y hasta cuándo el apagón?»

13 mar 2018

¿Qué será lo quemos'echo
pa qui'andemos castigaus?
Sin luz ni agua, nuay derecho
que nos tengan amolaus....

Ques que dicen que nuay plata
pa comprar los combustibles,
¿cómo crer en las palabras
si nues luz pa lamparines?
Ya nos'an'acostumbrau
a vivir tan sólo a escuras,
que por más que sian quejau,
son las quejas por las puras.

¡Ay Biatita! y no si'olvidan
de cobrar tuitos los meses
los recibos de la luz:
¿de qué luz, si nadies tiene?
Y lo pior que ya ni veyo
la Simplemente Mariya
comués quera mi deseyo,
ya ni sé qué pasariya,
ni qué jue de la bandida
que la odeya a la ñetita.
Hay que'star sólu'encerraus
y'en las noches, al tanteyo,
si la vela sia'pagau
a la juers'arriar el sueño;
a pegarse durisísimo
pa matar a los zancudos,
qui'aprovechan lu'escurísimo
pa picar, los muy picudos....

En jamás de los jamases
yo pensé'sta situación.
¡Velay! pa desesperarse
siay'artísimo apagón.
Yo'asta creygo que se burlan,
porque prienden un ratito
y cuand'uno si'acostumbra,
te l'apagan'ay mesmito...

Ya ni vale ir al mercau
pa comprar pa la semana,
pa ver tuito malograu
de la noche a la mañana;
porque ni'el refrigider
sirve agora para nada:
¿pa qué se le v'a meter
si ya nuace la hielada?

Y'entuaviya lo más pior
que tampoco nos dan'agua,
ni'un'ilito en la calor,
ni que nunca uno pagara.
Y'es a l'ora'e cocinar
sies que nuas juntau alguito,
corr'echártela'buscar
por si'alcaso hayga un chorrito.

Y te tienes qui'aguantar
cuando quieres dir pal baño:
¿con qué vas a desaguar?
Ves que tienes qu'esperar
que se llene'artaso el caño.
Y si ti'ogas de calor,
pues tendr'as qui'andar chorriau,
bien mogoso y sofocau
y entuaviya e mal'umor....
¿Y'ondestá l'atoridá,
los que dicen que nos velan
pa mayor seguridá?
Lo ciertues, sólo las velas
es su única verdá....

Mi Taitito de los cielos,
Él nos tiene qui'ayudar
o emprestarnos sus luceros
pa podernos alumbrar.
Endesculpen la versiada
que me sale'l corazón,
es quiay va mi protestiada
por tantísimo apagón.1

En estos versos el romántico poeta mexicano Juan de Dios Peza nos hace recordar aquellos tiempos en que las crónicas tenían un fin agradable y feliz. Tal vez «así no sea la vida», pero a muchos nos gustaría pensar que puede serlo. ¿Y por qué no? La calle que serpenteaba hasta el Calvario en las afueras de Jerusalén, la llamada «vía dolorosa», tampoco ha pasado al olvido. Al contrario, esa calle nos recuerda que Jesucristo, el Hijo de Dios, manchó de rojo una cruz, muriendo en nuestro lugar por el amor incomparable que nos tiene. Y nos recuerda que si nos entregamos a Él de corazón, nos responderá con la señal de esa cruz roja en la que vertió su sangre, y seremos felices con Él por toda la eternidad.2


1 Juan de Dios Peza, Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la Ciudad de México (México: Editorial Porrúa, 1992), pp. 11-14.
2 Heb 9:11-28
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