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«Si fuera posible que [Torriente y Méndez] jugaran conmigo en las Ligas Mayores, ganaríamos el gallardete a más tardar en el mes de julio y nos iríamos a pescar el resto de la temporada.» Esa fue la conclusión a la que llegó Babe «El Bambino» Ruth sobre Cristóbal Torriente, a quien enfrentó en La Habana en 1920.1 Nacido en Cienfuegos, Cristóbal Carlos Torriente fue un fornido bateador zurdo que no sólo conectaba jonrones sino también sencillos, dobles y triples hacia todas las zonas del terreno con elevados promedios, hasta por encima de .400. Junto con su extraordinario poder, Torriente, con asombrosa facilidad, conectaba las bolas malas que le lanzaban tanto derechos como zurdos, y se desplazaba por las bases vertiginosamente, robando y alcanzando bases extras. A la defensiva, fue un portentoso jardinero central, sumándole a su velocidad un brazo potente y certero que le sirvió para figurar también como lanzador. De ahí que su actuación fuera estelar en sus doce temporadas con la Liga Profesional Cubana entre 1913 y 1927, a la vez que lo era jugando en las Ligas Negras norteamericanas entre 1913 y 1928. En sus 17 temporadas con las Ligas Negras se destacó como líder en todas las categorías, incluso en bases alcanzadas y carreras impulsadas, y condujo a Los Gigantes Americanos de Chicago al campeonato de la Liga Nacional Negra en sus primeras tres temporadas entre 1920 y 1922.2 En 2006, sesenta y siete años después de su ingreso al Salón de la Fama del Béisbol Cubano, Cristóbal Torriente fue electo al Salón de la Fama de Cooperstown en Nueva York, a pesar de no haber podido jugar en las Grandes Ligas por el color de su piel. En la página web de su membresía se le recuerda por una serie histórica que se menciona en la placa y en el siguiente resumen de su carrera: «En 1920, Torriente se estableció como una de las figuras legendarias del béisbol cubano. Los Gigantes de Nueva York, que por entonces incluyeron en su nómina a Babe Ruth, visitaron la Cuba natal de Torriente para enfrentar en una serie de nueve partidos al equipo Almendares, por el que jugaba Torriente. En la serie, Torriente superó en promedio de bateo y en jonrones a Ruth, y el equipo de casa ganó la serie por un juego.»3 El tercero de esos partidos, jugado el 4 de noviembre, fue inolvidable. Esa tarde el humilde cienfueguero conectó tres jonrones e impulsó seis carreras en cinco veces al bate, mientras que «El Bambino» Babe Ruth, su legendario rival que acababa de imponer la marca de 54 cuadrangulares en una temporada, no conectó ni un solo hit.4 Trágicamente, lo que sí venció a Torriente fue su adicción al alcohol, culminando en su muerte como tuberculoso, en extrema pobreza, a los 43 años de edad.5 En él se cumplió el siguiente «dicho de los sabios» en el libro de los Proverbios: «¿De quién son los lamentos? ... ¡Del que no... deja de probar licores!»6 |
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