8 dic 2023

imprimir
de nuestro puño y letra
«¡En qué garras ha caído mi pobre país!»
por Carlos Rey

(Antevíspera del Día Internacional de los Derechos Humanos)

«El pongo era... [un] infeliz indio miserable y embrutecido, que venía cada semana de las haciendas [a Cochabamba] a cumplir su obligación de servicio personal.... No podía ya separarse del cuidado de la puerta en aquel tiempo de bulla y alboroto que era el de los alzados.... Los vítores de la multitud que llegaban diariamente hasta mi cuarto... las noticias que a su manera daban y comentaban los criados en la cocina, no dejaban duda de que la revolución ganaba inmenso terreno....»

Así comienza a contar el autor cochabambino Nataniel Aguirre la historia de tal vez uno de los personajes más pobres, a los ojos de los demás, detrás de la historia patria de Bolivia desde la sublevación de Cochabamba del 14 de septiembre de 1810 hasta el ataque sufrido por la ciudad el 27 de mayo de 1812. Lo hace por medio del niño huérfano, protagonista de su novela histórica, a la que le pone por título su nombre: Juan de la Rosa, y por subtítulo: Memorias del último soldado de la Independencia.1

«... La casa de doña Teresa [en que yo estaba] no se había librado... de correr en parte la suerte que cupo indistintamente a todas las de los criollos ricos de la ciudad —continúa narrando el niño Juan—. Invadida por un grupo numeroso de soldados ebrios, que habían dado muerte al infeliz pongo, comenzó el saco de ella por el oratorio y la sala de recibimiento.... Encontré yo las puertas desquiciadas. El pongo yacía bañado en sangre, desnudo, sobre su estrado, a los pies del cuadro del arcángel San Miguel....

»—¡Dios mío! ¡En qué garras ha caído mi pobre país! —pensaba yo a pesar de mis pocos años.

»... [Más tarde,] comencé a oír tristes plañidos cerca de mi cuarto, por la parte del jardín. Habían depositado en el corredor el cadáver del pongo, y su pobre mujer, llegada no sé cómo aquella noche del campo, [lo] velaba en compañía de Paula. Una y otra dirigían alternativamente sus quejas al muerto, en esa especie de canto monótono que usan las mujeres indias en tales casos.

»—Eras mi padre y mi madre —plañía la esposa en quichua—; eras mi único arrimo y consuelo.... ¿Con qué valor me has dejado?...

»—¿Cómo has tenido corazón para abandonar a tu pobre compañera? —decía a su vez la caritativa Paula....

»Debéis pensar, mis caros lectores, que entonces era apenas un niño de doce años el que hoy anciano os cuenta, con sencillez y verdad, ¡los tremendos sucesos de 1812!»2

¡Qué reveladora es la descripción del pongo que hace el niño Juan en la pluma del autor de su vida! A pesar de lo despectiva que nos suena hoy, a Nataniel Aguirre, que llegó a ser Ministro de Guerra y Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, se le recuerda por apoyar a los indígenas y por la declaración: «Hagamos del pobre indio un ciudadano como nosotros.»3 Menos mal que Dios, el Autor de nuestra vida que nos creó a todos iguales, ya hacía siglos había enviado al mundo a su Hijo Jesucristo para que los que lo reconociéramos como nuestro Salvador y Señor —cualquiera que fuera nuestra raza— pudiéramos ser hijos suyos y ciudadanos más bien del cielo.4


1 Nataniel Aguirre, Juan de la Rosa: Memorias del último soldado de la Independencia (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005), pp. 56,75.
2 Ibíd., pp. 75,233,238-39.
3 Wikipedia, s.v. «Nataniel Aguirre» <https://es.wikipedia.org/wiki/Nataniel_Aguirre> En línea 8 junio 2023.
4 Gn 1:27; 5:1-2; Nm 15:15; Job 33:6; Jn 1:12; 3:16; Hch 3:15; Ro 10:9-10; Gá 3:28; Fil 2:5-11; 3:20