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En este soneto el poeta costarricense Jorge Sáenz Cordero, nacido en Heredia en la víspera del siglo veinte, logra transmitir con paternal ternura lo que sienten tanto la madre como el padre de un niño que comienza a dar «Los primeros pasos», como se titula el poema. Tal vez no lo haya hecho a propósito, pero el soneto del mismo poeta, titulado «Al partir», es un complemento perfecto, ya que justifica la actitud de la madre y confirma la sabiduría del padre ante la incipiente independencia de su hijo. En este otro soneto, Sáenz Cordero ya no hace las veces de padre sino del hijo que anuncia su despedida del hogar:
¡Qué bien logradas las imágenes iniciales del niño que halla refugio en los brazos de su padre y amor en las manos de su madre, como también las imágenes finales del joven que ha aprendido bien la lección de «que es por el golpe y la caída... que el niño se convierte en hombre»! Tanto es así que a ese hijo lo vemos dispuesto a jugarse el todo por el todo, cual Quijote encarnado, sin temor alguno. Por algo será que Dios dispuso que, de ser posible, todo niño en sus años formativos disfrutara del cuidado de un padre y del calor de una madre; y que ese padre y esa madre se amaran entrañablemente, dando así ejemplo de afecto conyugal a esos pequeños a quienes tienen el gran privilegio de criar. Pues de hacerlo así, éstos a su vez tendrán hijos a quienes darán ejemplo de cuidado paternal y amor constante, y el ciclo se perpetuará para beneficio de la familia y de la sociedad, cualquiera que sea su cultura y el país en el que vivan. Por eso el sabio Salomón comienza el libro de Proverbios, haciendo él mismo las veces de padre, con este consejo: «Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar.»3 |
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