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(Víspera del Día del Niño en Honduras)
Lamentablemente, con este triste pasaje autobiográfico del poeta hondureño José Adán Castelar se identifican muchas personas a lo largo y ancho de Iberoamérica que han sido víctimas de la explotación en su niñez. Unos la han sufrido en el campo, como la sufrió José Adán Castelar; otros, en la ciudad. Carecieron, por igual, de lo que tantos otros niños, paisanos suyos, disfrutaban: la ternura de una madre y el cuidado de un padre. ¡Cuánta falta no les habrá hecho el sentir que había alguien que los amaba entrañablemente! Ahora bien, Castelar se vale de la imagen retórica de un perro sin dueño a fin de evocar la felicidad que se deriva de obtener la libertad luego de haber sido privado de ella por algún tiempo. De ahí que le haya puesto por título al pasaje: «Como un perro sin dueño». Pero lo cierto es que el perro sin dueño, si bien tiene la libertad de dormir «a pierna suelta en la playa», no tiene ninguna garantía de comida para combatir el hambre, ni mucho menos lo que más ansían los perros en todo el mundo: que se les dedique atención y se les muestre afecto. ¡Y eso sí que tenemos en común los seres humanos y los perros! Ya es hora de que quienes nos consideremos personas compasivas, y más aún, seguidores de Cristo, no nos limitemos a salvar y a adoptar a los perros sin dueño. Con mayor razón, resolvamos así mismo salvar y adoptar a los niños y menores de edad que con urgencia necesitan el calor de un hogar, ya sean huérfanos, desamparados, abandonados, explotados y hasta vendidos, víctimas de abuso físico, sexual, verbal y emocional. ¡Quiera Dios que le demos la más alta prioridad a este proyecto de rescate tan vital! ¿Acaso no determinó Dios, desde el principio, adoptarnos a cada uno de nosotros como hijos suyos, y transformarnos de modo que lleguemos a ser como su Hijo Jesucristo? Imitemos, pues, a Dios, como hijos muy amados, y mostrémosles amor a los desvalidos y maltratados de este mundo, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros.2 |
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