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(Día de los Reyes)
Estos versos que en 1981 escribió en Costa Rica el poeta cubano Luis Bernal Lumpuy nos llegan al corazón porque tratan sobre lo que más valoramos en esta vida: nuestros niños. Los niños que describe en su poema nos conquistan con su encantadora sonrisa, esa mirada de esperanza que nos revela que «son de un mundo sin rencor y sin venganza» aunque éste sea también un mundo sin juguetes. En los días especiales en que otros niños reciben juguetes a modo de regalos —tales como el día de su cumpleaños, el de la Navidad y el de los Reyes Magos—, ellos tienen que contentarse con soñar «con todo lo que les falta». ¿Por qué será que sonríen en vez de llorar, y cantan en vez de quejarse? Es como si de algún modo supieran que no ganan nada con quejarse, mientras que llegan muy lejos cuando ponen su esperanza en Aquel que les ha dado la sonrisa y la voz. ¿No será porque en su ser llevan la estampa de su Creador, y porque es precisamente a esa tierna edad que menos trabajo les cuesta creer en Él y en un porvenir maravilloso? Era esa cualidad que tenía en mente Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando les dijo a sus discípulos que el reino de Dios es de quienes son como los niños, y que la única manera de entrar en él es recibiéndolo como un niño.2 Seamos como esos niños. Pero al soñar con todo lo que nos falta, tengamos presente que lo que más necesitamos no son los regalos temporales que nos puedan dar los hombres sino el regalo que sólo Dios puede darnos: el de la vida abundante y eterna.3 Ese es el único regalo que encierra el calor del hogar que sentimos cuando formamos parte de la familia de Dios en la tierra, y que nos abre las puertas del hogar celestial que Él ha preparado en su reino para los niños de todas las edades. |
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