18 mayo 2020

imprimir
de nuestro puño y letra
«Quince segundos de muerte»
por Carlos Rey

(Aniversario 145 del Terremoto de Cúcuta)

«Martes 18 de mayo de 1875.... Los sacudimientos terrestres habían comenzado desde el domingo anterior y se repitieron el lunes, pero [como] la intensidad de los temblores no era preocupante, no se prendieron las alarmas....

»Alrededor de las once de la mañana de ese martes 18 el sacudón fue terrible. Primero se escuchó un ruido sordo y grueso “salido de las más profundas entrañas de la tierra”. Y enseguida uno, dos, tres temblores, cada vez más fuertes. Fueron quince segundos de muerte. Las casas se vinieron al suelo, la gente quedó apachurrada, los árboles se desgajaron, la tierra se agrietó. Era costumbre almorzar temprano, pero ese día las señoras se quedaron con el almuerzo servido. Se salvaron algunos que andaban en la calle y los curiosos que estaban en el parque presenciando la retreta diurna con que la banda de músicos alegraba el reparto del programa de las fiestas julianas de ese año. La iglesia y los edificios se derrumbaron. Después sólo se escucharon gritos de angustia y desesperación. Y una nube de polvo gruesa se extendió por encima de la desgracia, hasta la una de la tarde, hora en que cayó un fuerte aguacero.»1

Así describe el escritor colombiano Gustavo Gómez Ardila, miembro de la Academia de Historia y de la Asociación de Escritores de Norte de Santander, el catastrófico terremoto que destruyó las Villas del Rosario y de San José de Cúcuta en Colombia, así como las de San Antonio del Táchira y Capacho en Venezuela.

«Los sobrevivientes, temerosos de nuevos temblores... se dirigieron hacia La Vega (hoy El Pórtico, perteneciente al corregimiento de San Pedro), donde fueron socorridos por los vecinos....

»Al día siguiente regresaron, y el panorama que hallaron fue aterrador: ruinas, escombros, muertos. De los ocho mil habitantes con que contaba Cúcuta, más de la mitad quedó bajo tierra. Incalculable fue el número de heridos. Y millonarias las pérdidas.

»No faltaron los saqueadores... entre ellos un tipo apodado Piringo, a quien fusilaron las autoridades, acusado de ir de casa en casa, sacando muertos, a los que iba dejando en fila ordenada en mitad de la calle... [pero] mochos, sin dedos, pues se los cortaba para quitarles los anillos....

»Aquileo Parra, presidente del Estado, dictó varios decretos para hacerle frente a la emergencia, entre ellos el que prohibía el robo, [con] el que alertaba a los muertos para que se protegieran de los vivos....»2

Si bien los que se casaron ese día debieron haber recordado lo que dice el refrán: «En martes, ni te cases ni te embarques», los que se embarcaron temprano dirían más tarde que a ellos no se les cumplió el refrán, y que se salvaron precisamente por haber madrugado a viajar ese martes, concluye el historiador colombiano.3

De ahí que el apóstol Santiago haya escrito: «Ahora escuchen esto, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero.» ¿Cómo pueden hablar así, cuando ni siquiera saben lo que les va a suceder mañana? Su vida es como la niebla: aparece por un poco de tiempo, y luego desaparece. Más bien, debieran decir: «Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»4


1 Gustavo Gómez Ardila, Cúcuta para reírla (Escenas de su historia) «El bamboleo» <https://www.cucutanuestra.com/temas/ libros_nortesantandereanos/cucuta_para_reirla/capitulo4.htm> En línea 16 diciembre 2019.
2 Gómez Ardila, «El bamboleo» y «Apague y vámonos».
3 Gómez Ardila, «El bamboleo».
4 Stg 4:13-15 (NVI-TLA-NVI)