14 jul 2020

imprimir
de nuestro puño y letra
«Las apariencias engañan»
por Carlos Rey

Habían visto llegar a su tierra ciertas personas muy diferentes de ellos en su semblante y su manera de vestir. Parecían viracochas, que es el nombre que le daban al Creador de todas las cosas, no sólo por su extraño aspecto físico sino también porque andaban en unos animales muy grandes que tenían pies de plata. Eso se imaginaban por el relumbrar de las herraduras de los caballos que desconocían. También los consideraban dioses porque hablaban entre sí vestidos de paños blancos, comían en vasijas de plata, leían libros y cartas, unos tenían barbas negras y otros bermejas, y tenían yllapas, que es el nombre que le daban a los truenos. Es que pensaban que los arcabuces eran truenos del cielo...

Esa era la impresión que los incas tenían de los españoles. Los dos disímiles grupos étnicos se encontraron en la plaza de Cajamarca. Los valientes incas se vieron acorralados como ovejas, desprovistos de sus armas por no haberles cruzado por la mente la idea de que corrieran peligro alguno. Aprovechando la situación, los españoles con gran furia arremetieron contra los que estaban en el centro de la plaza, se posesionaron del trono del emperador Atahualpa, le quitaron a éste la corona y lo apresaron como si fuera un delincuente cualquiera. Los afrentados guerreros indoamericanos comenzaron a lanzar gritos, pero esos gritos fueron apagados por los caballos, las espadas y los arcabuces de los salvajes españoles que los fueron matando como quienes matan ovejas que no les ofrecen resistencia.

No cesó aquella masacre en el valle de Cajamarca hasta que perecieron todos los indefensos incas salvo unos doscientos entre los más de diez mil que había. A Atahualpa lo metieron en una cárcel, donde pasó la noche con una cadena atada al cuello...1

Con semejante impresión que tenían de los españoles aquellos incas del siglo dieciséis, no es de extrañarse que fueran tan fácil presa del engaño de los europeos. En ellos se cumplía el refrán que dice: «Las apariencias engañan.»

Si no tenemos mucho cuidado, nosotros podemos caer fácilmente en la trampa de dejarnos llevar por las apariencias hasta el extremo de ser conquistados por ellas. Más vale que nos dejemos conquistar por Dios nuestro Creador, y no por las apariencias engañosas de las cosas de este mundo. A diferencia de los conquistadores españoles, Dios no nos conquista con engaño para quitarnos lo que más vale, incluso la libertad y la vida temporal, sino que nos conquista con amor para darnos lo que más vale, incluso la libertad y la vida eterna. No hay por qué esperar un solo día más. Entreguémonos hoy mismo a Aquel que se entregó a la muerte por nosotros para que pudiéramos tener vida ... ahora y para siempre.


1 Transcripción del Padre Marcos García, del testimonio que el Inca Titu Cusi Yupanqui dirigió al gobernador García de Castro, donde le relata el trato que recibiera su padre, Manco II; tomado de Alberto J. Pla, La otra cara de la conquista: crónicas mayas, aztecas e incas, Buenos Aires: Centro editor de América Latina, 1972, citado en Cronistas de indias: Antología, 3a ed. (Bogotá: El Áncora Editores, 1992), pp. 128-29.