27 feb 2020

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de nuestro puño y letra
Bolívar y Correa: Hermanos en conflicto
por Carlos Rey

(Víspera del Aniversario de la Batalla de Cúcuta)

«Las peleas entre miembros de una misma familia suceden muchas veces. Hermanos que no se hablan. Suegras que detestan a los yernos. Cuñados a punto de matarse. Padres que desheredan a algunos hijos. Primos que ni se miran. Y sucede con más frecuencia de lo que uno se imagina», escribe el historiador colombiano Gustavo Gómez Ardila en su obra titulada Cúcuta para reírla (Escenas de su historia).

«En política también sucede. Sé de hermanos que militan en grupos políticos diferentes.... Y por lo menos durante el tiempo de campaña, las relaciones fraternales se marchitan.

»Simón Bolívar y Ramón Correa, respectivos comandantes de los ejércitos patriota y español, que se enfrentaron en la Batalla de Cúcuta, eran hermanos de leche. Habían [sido amamantados por la misma nodriza].... Eso dicen. Otros dicen que eran cuñados. Hermanos políticos. Que la mujer de Correa era la que había [sido amamantada por la misma nodriza] que Bolívar.

»Por aquellas cosas del destino, resultaron en bandos contrarios, pero consta que no eran enemigos personales. De modo que no es raro que la noche del 27 de febrero se hubieran llamado por celular para saludarse y desearse suerte al otro día», dice jocosamente Gómez Ardila.

«“Nos vemos en la Loma mañana, hermano”», debió decirle el uno al otro....

«... Lo cierto es que los ejércitos se enfrentaron ese domingo, 28 de febrero. Correa estaba en Cúcuta y Bolívar venía de Urimaco. El zafarrancho se armó desde temprano, pues Correa le salió al paso a Bolívar que, en silencio y sin prender ni un fósforo, había llegado la noche anterior a una de las lomas del occidente de la ciudad. Un poco más de dos horas duró el combate. Los realistas comenzaron ganando, pero, como sucede en los partidos de fútbol, no siempre el que abre el marcador es el vencedor final. Vino el empate y, sin necesidad de meterle tiempo adicional ni de ir a tiros penales, Bolívar se alzó con la victoria cuando ordenó atacar por los flancos a bayoneta calada.»1

¡Qué graciosa esa imagen anacrónica de los comandantes contrarios hablando por teléfono móvil la que nos pinta el escritor colombiano! ¿Qué tal si, como Gómez Ardila, le damos alas a nuestra imaginación, y nos imaginamos a Dios mismo hablando por teléfono, primero con el uno, y después con el otro? ¿Qué pudo haberles dicho Dios? ¿Les habría preguntado si estaban listos para encontrarse con Él cara a cara como su Creador, ya que ninguno de los dos tenía la certeza de que saldría con vida de la batalla que iba a librar el día siguiente? (Ese día murieron dos soldados patriotas y veinte soldados españoles.2) ¿Les habría recordado que envió al mundo a su Hijo Jesucristo para morir por los pecados de ellos, de modo que pudieran disfrutar de vida plena y eterna? Lo cierto es que Dios habría tenido muy presente ese sacrificio supremo que hizo por cada comandante y cada soldado raso, a fin de que todos pudieran llegar a ser hijos adoptivos suyos y, por consiguiente, verdaderos hermanos de Jesucristo.3


1 Gustavo Gómez Ardila, «Nos hacemos pasito», Cúcuta para reírla (Escenas de su historia) <https://www.cucutanuestra.com/temas/libros_nortesantandereanos/ cucuta_para_reirla/capitulo3.htm> En línea 27 agosto 2019.
2 Ibíd.
3 Jn 1:12-13; 3:16; Ro 8:14-19,29; 9:26; 2Co 6:18; Gá 3:26; 4:4-7; Ef 1:5; 1Jn 3:1-2