22 oct 2019

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de nuestro puño y letra
Para evitar el mal
por Carlos Rey

«El administrador [de la hacienda, don José Antonio,] invitó al Jefe [del Resguardo] y al periodista [secretario de la Municipalidad] a pasar la noche en su casa.

»Doña Rosita, que aguardaba ansiosa el regreso de su marido, atendió a las visitas con solemne cortesía.... Aprovechando la presencia del representante del periódico... hábilmente sacó a relucir todos sus conocimientos, no olvidó las disimuladas alusiones al colegio en que se había educado y a la posición social de su familia y, ya refiriéndose a los acontecimientos del día, criticó las depravadas costumbres de la gente de la hacienda....

»—Eso mismo ocurre en todos los rincones del país —afirmó... doña Rosita, generalizando—. ¡Ah, señores, desconsuela el grado de corrupción al que se ha llegado en nuestros días! ¿Hacia dónde vamos? Al precipicio, señores, al caos... ¡Ah, qué ejemplar, qué apacible y sosegada vida la que hacían nuestros abuelos! ¿Y por qué hoy tanta miseria? ¿Por qué tanta impiedad y perversión? Por la ignorancia.... ¡Luz y más luz es lo que se necesita!... Pero instrucción cristiana, se entiende. ¡Moral cristiana, señores! Si se quiere evitar mayores males, hay que combatir la criminal indiferencia religiosa del pueblo....

»Hay que saber educar para no tener que castigar; éste es un principio muy cristiano. El hombre, o se endereza de niño o no se endereza nunca. Hay que ir directamente a la Escuela. Hay que entronizar allí [a Jesucristo], para que ilumine y guíe con su infinita sabiduría los pasos del maestro... para que inculque en los infantiles corazones el santo temor a Dios, para que los enseñe a... pensar un poco más en el espíritu, a despegarse de la tierra para acercarse a Dios.»1

¡Con razón que a doña Rosita, que es el personaje femenino más cuidadosamente caracterizado en la novela Gentes y gentecillas, su autor costarricense Carlos Luis Fallas la calificara de «perversa, chismosa, ridículamente vanidosa y afectada»! También tiene razón el profesor Víctor Manuel Arroyo en el prólogo al decir de doña Rosita: «Es una rara mezcla de hipocresía y de perversidad. Está en el grupo de la “gente” y tiene el peor concepto de la “gentecilla”.» Sin embargo, tal vez porque con frecuencia Dios se vale de ciertas personas malpensadas y menos pensadas para enseñarnos grandes lecciones morales y espirituales, doña Rosita misma tiene razón al decir que necesitamos «luz y más luz», instrucción y moral cristiana, para evitar que mayores males trastornen a nuestra sociedad.

Más paradójico aun es que Fallas haya puesto en boca de doña Rosita palabras afines a las de uno de los hombres más sabios de la historia universal. Se trata del rey Salomón, quien afirma en sus proverbios: «Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.... El temor del Señor es el principio del conocimiento... [y] de la sabiduría.... Prolonga la vida... [y] evita el mal.... Es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos».2


1 Carlos Luis Fallas, Gentes y gentecillas (San José: Editorial Costa Rica, 1994), pp. 256-58.
2 Pr 1:7; 9:10; 10:27; 16:6; 14:26; 15:33; 19:23; 22:6