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(Víspera del Día Internacional de las Personas de Edad) Aprender a detestar los espejos, «Yo estoy en el “oficio de envejecer”; por eso escribí ese poema —comenta la autora costarricense Carmen Naranjo acerca de estos versos que forman parte de su obra titulada Oficio de oficios—. Y es un oficio muy lindo.... porque es una alegría sentir que el tiempo pasa, y que pasó dejando algunas cosas buenas, y que seguirá pasando dejando otras.... Sigo sembrando con esa alegría de las semillas que en cualquier lugar buscan florecer. Yo florezco ahorita entre tablas, lluvias, música, y me alegra todo. Me llena de alegría incluso ver mi decadencia en los espejos. Y no los tapo ni los escondo. Me encanta ver una arruguita por acá, y otra por allá, y saber que esas arruguitas son merecidas, que dejaron algo en el tiempo, y que tal vez dejen algo para el futuro.... Así es que envejecer, con un poco de luz, con sonrisa, es todo un arte.»2 Quiera Dios que los ancianos que escuchen ese comentario de Carmen Naranjo determinen, al igual que ella, afrontar con dignidad y entusiasmo los años postreros; y que quienes aún no hemos escalado hasta la cumbre de esa montaña del tiempo nos propongamos así mismo que se cumplan en nosotros las siguientes «Bienaventuranzas para los amigos de los ancianos» escritas en inglés por Esther Mary Walker y traducidas al español por el poeta cubano Luis Bernal Lumpuy: Dichosos son los que comprenden Dichosos los que saben que ahora mis oídos Dichosos los que parecen darse cuenta Dichosos los que apartan de mí la mirada Dichosos los que, con alegre sonrisa, Dichosos quienes nunca me dicen: Dichosos los que saben recordarme Dichosos quienes me hacen saber Dichosos quienes saben que ya no encuentro fácil Dichosos quienes allanan el camino Pues, como dijo Jesucristo en su quinta bienaventuranza: «Dichosos los compasivos, porque ellos serán tratados con compasión.»4 |
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