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Caso 633

Tengo una familia formada por mi esposa y una hija de dieciocho años, que está en el último año de la preparatoria. Mi convivencia con mi esposa siempre ha sido de pleitos y malas palabras. Lamentablemente, mi hija ha estado viviendo en medio de toda esa situación, y siento que me tiene odio....

Creo que no es correcta la manera que emplea mi esposa para hacer que mi hija la ayude en la casa. A veces la despierta y le grita [diciéndole] que no hace nada y que vive como una [reina]....

Nuestra hija está muy rebelde. Sé que los culpables somos nosotros.

Consejo

Estimado amigo:

Es estimulante leer el caso de un padre que reconoce que su comportamiento ha contribuido en gran medida a la mala actitud y conducta de su hija. Desde luego, no hay manera alguna de que conozcamos todos los detalles, pero estamos de acuerdo con usted en que un ambiente de comunicación hostil frecuente es perjudicial para cualquier hijo o cualquier adolescente.

Recuerdo cómo me sentía yo cuando le subía el volumen a la música lo suficiente para no tener que oír las acaloradas discusiones de mis padres. También recuerdo lo intranquila que me sentía, preguntándome cómo iban a terminar. La ansiedad, la impotencia y la desesperanza hicieron que contara los días hasta que pudiera mudarme de la casa a un hospedaje universitario. Me esforcé trabajando en diversos empleos a fin de ganar suficiente dinero para escapar de esa casa y de su ambiente negativo.

A pesar de las circunstancias, yo no tenía duda alguna de que todos en casa teníamos que ser responsables con los quehaceres domésticos que nos correspondían para mantener en marcha nuestro hogar. Si optábamos por no hacerlos, perdíamos ciertos privilegios que tenían que ver con el uso del teléfono y del televisor, o el permiso para salir de la casa para participar en actividades que no eran esenciales.

Sin embargo, con gritar a alguien no se logra que haga lo que se le pide o exige. Es más, sólo consigue fomentar el enojo y la hostilidad. ¿Lo motivaría a usted si su gobierno enviara a alguien para que le gritara por no haber pagado sus impuestos? Probablemente no, pero el gobierno no manda a nadie a que grite. Envía más bien una carta que indica la cantidad adicional que se debe en recargos por pago atrasado. Y si aun así usted no los paga, el gobierno de algunos países tiene la opción de reclamar los ingresos futuros que usted perciba.

El apóstol Pablo enseñó que «quien no quiera trabajar tampoco tiene derecho a comer».1 Esta norma de conducta y consecuencias se encuentra de principio a fin en la Palabra de Dios.

Por supuesto, San Pablo no estaba dando a entender, como tampoco lo estamos haciendo nosotros, que los padres deben negarles la comida u otras cosas esenciales a sus hijos. Pero las cosas no esenciales deben ser privilegios que se conceden sólo cuando los hijos o adolescentes son responsables y cumplen con sus quehaceres domésticos. Cuando no los hagan, no es necesario gritarles. Hay que negarles, más bien, los privilegios. A pesar de las amenazas y la manipulación de los hijos, los padres deben permanecer constantes, sin vacilar de manera alguna.

Será muy difícil, pero no imposible, comenzar a poner en práctica tal sistema con su hija a la edad que tiene. Así que le recomendamos que busque ayuda de parte de un terapeuta que tenga experiencia con adolescentes.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 2Ts 3:10 (TLA)

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