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Caso 610

Me casé a los veintiún años con un hombre muy especial... [pero] dos meses después [del nacimiento de] mi segundo hijo mi esposo murió por un cáncer.... Tuve que dejar todo [mi trabajo y mis actividades] para dedicarme a mis hijos....

Hace un año volví a casarme, y mis hijos aman a mi nuevo esposo.... [Pero yo] lucho con pensamientos muy fuertes de tristeza, ya que pienso que no merecía todo lo malo que me sucedió.... Siento que no fue mi culpa lo que pasó y que he tratado de dar lo mejor.... Mi nuevo esposo es un buen hombre que no se merece que la mayoría del tiempo yo, en mi mente, me repita que todo era mejor antes. ¡Necesito ayuda!

Consejo

Estimada amiga:

¡Cuánto sentimos la pérdida que ha sufrido! De repente perdió a su esposo, al padre de sus hijos y una parte de su identidad propia. Con razón que lucha con pensamientos de tristeza. Si no ha pasado suficiente tiempo desde la muerte de su primer esposo, entonces con mayor razón la pena y la tristeza que usted siente son de esperarse.

Es interesante que menciona lo que usted no merece y lo que su nuevo esposo no merece. Cuando empleamos la palabra «merece», es como si estuviéramos resolviendo una fórmula matemática. Con eso estamos diciendo algo parecido a: «Dos y dos tienen que ser cuatro.» O en el caso suyo: «Yo he hecho lo correcto, así que merezco un buen resultado», o: «Mi nuevo esposo está haciendo las cosas debidas, así que él merece un buen resultado.»

Lamentablemente, la vida no resulta como en las fórmulas matemáticas. Hay personas en todo el mundo que no reciben lo que merecen, y que sí reciben cosas que no merecen, tales como la pobreza, la enfermedad y la guerra. Por lo general, los refugiados que tienen que abandonar su hogar y su país no merecen semejante destino. Las víctimas de abuso físico y sexual nunca merecen tener que sufrir esa agresión. Los accidentes aéreos, los incendios, los huracanes y los tornados dejan como víctimas a personas que no merecían sufrir tal desgracia.

Muchos maldicen a Dios y lo culpan por todo lo malo que sucede. Ellos, al igual que usted, emplean como una fórmula matemática para alegar que la buena conducta no debe dar un mal resultado.

¡Qué irónico que el mejor ejemplo de una persona que haya recibido lo contrario a lo que merecía sea Jesucristo, el Hijo de Dios mismo! Siendo la mejor persona que jamás haya vivido y la única que jamás pecó, él merecía, en definitiva, una vida larga y feliz, y sin embargo, como sabemos, eso no fue lo que sucedió. Al contrario, lo mataron en una cruz, a pesar de que no hizo nada para merecer semejante destino.

Todos los demás sí hemos pecado, así que somos nosotros los que merecemos el castigo por nuestros pecados. Pero debido a que Jesucristo murió en nuestro lugar, podemos recibir lo que no merecemos: la vida plena y eterna.

Claro que usted no hizo nada para causar la muerte de su esposo, como tampoco hizo él nada que la causara. Dios optó por llevárselo al cielo mucho más pronto de lo que usted esperaba, pero no a modo de castigo para él ni para usted. Cuando usted considera que la muerte de su esposo fue un castigo, no es de extrañar que se pregunte qué hizo usted para merecer tal cosa. Pero las preguntas que valen y que debiera hacerse son: «¿De veras confío en Dios? ¿Tengo una relación tan estrecha con Dios que sé que él hará que mi vida sea hermosa una vez que yo haya dejado de sentir esa pena y esa tristeza?»

Le deseamos lo mejor,

Linda

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