El valor literario del humor

6 ago 2019

Es uno de los premios literarios más grandes de España, un premio que desea ardientemente todo el que en la tierra del Quijote maneja la pluma de Cervantes. Se trata de un sillón en la Real Academia de la Lengua.

Ese fue el premio que obtuvo el barcelonés Ángel Antonio Mingote a los sesenta y siete años de edad, nombrado académico de la Lengua en enero de 1987. Pero Mingote, si bien manejaba la pluma, manejaba mejor aún el lápiz. Antonio Mingote era un humorista veterano cuyos dibujos publicados en revistas, y durante más de cincuenta años en las páginas del diario ABC de España, reflejaban temas sociales, aprovechando magistralmente la chispa maravillosa de la risa. Por eso Antonio Zamora, secretario de la Academia española, dijo al concederle el sillón: «El humor tiene también un gran valor literario.»

He aquí una decisión para celebrar con humor o, mejor aún, para celebrar con toda seriedad. Porque se aprobó un sillón para un humorista en la seria, adusta, formal, apergaminada y rígida Academia de la Lengua, la que «fija, limpia y da esplendor» a nuestro encantador idioma español.

Por fin reconocieron los académicos que el humorismo es algo serio, ya que tiene gran valor literario. Después de todo, no debemos olvidar que Don Quijote de la Mancha, el monumento más grande de la lengua de Castilla, es una obra cómica, humorística, festiva.

En esta vida nos hace falta el buen humor porque su contrario, el mal humor, arruina todo lo hermoso de la existencia. El mal humor estropea el hígado, daña la digestión y eleva la presión arterial; el buen humor restablece la tranquilidad, sazona las relaciones humanas y levanta el ánimo. El mal humor conduce a la muerte; el buen humor, a la vida.

Poco antes de que muriera Moisés, bendijo a su pueblo Israel, al que había sacado del cautiverio de Egipto. Acerca de la tribu de Aser, Moisés dijo:

El Dios sempiterno es tu refugio;
         por siempre te sostiene entre sus brazos....
... ¡Vive seguro, Israel!
         ¡Habita sin enemigos, fuente de Jacob!
Tu tierra está llena de trigo y de mosto;
         tus cielos destilan rocío.
¡Sonríele a la vida, Israel!
         ¿Quién como tú,
         pueblo rescatado por el Señor?
Él es tu escudo y tu ayuda;
         él es tu espada victoriosa.1

¿Acaso no se identifica con esta bendición también nuestro pueblo, que emplea la lengua de Cervantes? «¿Quién como tú?», se pregunta, haciéndole eco a las palabras de Moisés. Más vale que cada uno de nosotros, como orgullosos miembros de ese pueblo también rescatado por el Señor, nos apropiemos del Dios sempiterno de Israel, sirviéndole de todo corazón, para poder vivir seguros y tener mayor razón que nunca para sonreírle a la vida.


1 Dt 33:27-29
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