24 sep 2005

El arte de describir con palabras

por el Hermano Pablo

Fueron cuatro años de arduo trabajo. Y fueron muchos frascos de tinta china y muchas plumas de dibujo. Y fue arte. Arte en todo el sentido de la palabra. Al final de los cuatro años, Gwang Hyuk Ree, un europeo que vive en Huntington Park, California, vio terminada su obra.

Era un cuadro de Cristo extendiendo sus brazos como para bendecir al mundo. Lo notable del trabajo es la forma en que el pintor hizo resaltar la imagen de Jesús. El cuadro, que mide tres metros por un metro con veinte centímetros, está hecho en su totalidad con el texto completo del Nuevo Testamento.

Ciento ochenta y un mil, doscientas cincuenta y tres palabras, hechas en tonos claros, medios tonos y tonos oscuros, son los matices que hacen resaltar la imagen de Jesús. De lejos no se distinguen las letras. Sólo se ve la imagen de Jesucristo. De cerca, se distinguen y se leen las palabras del texto claramente. La impresión que da es increíble, y la lección está a flor de tierra.

Cuando una persona estudia detenidamente las palabras del Sagrado Libro, cuando las absorbe en la mente y en el corazón, cuando éstas se hacen parte de su vida al grado de identificarse con ellas, se ve estampada en ella la vida, la enseñanza, y hasta la persona y la gloria del hijo de Dios. Es como si un pintor plasmara la imagen de Cristo en el corazón de esa persona con las palabras del Nuevo Testamento.

El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, hizo referencia a este tipo de arte simbólico cuando dijo: «Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones» (2 Corintios 3:2,3).

No es una imagen pintada o esculpida en lienzo o en piedra la que va a dar a conocer al mundo la verdad del evangelio de Cristo. Es la persona de Jesucristo estampada en el corazón del hombre, entretejida maravillosamente con sus sentimientos, la que será leída y escuchada. Dispongamos nuestro corazón a que sea uno de los tantos que lleva grabada esa viva imagen de Jesús.

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